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176 P. CALASANZ 4. F r a n c i s c o , p o e t a y c a n t o r «...Quiero escribir un nuevo cántico de ala­ banza de las criaturas al Señor» (Espejo... 100) El Cántico es un poema con un estribillo inicial que se repite, con estrofas en forma de rima asonantada y, a veces, en forma de verso libre. Está concebido y compuesto para ser cantado como un pregón en los pueblos y en las plazas con una intención netamente apostólica. Por su inspiración y su estilo recuerda a los trovadores de corte y a los juglares que ponían una nota de festival a su paso por las ciudades y los castillos. Es poesía. Con todo el temblor, la hondura, la sugerencia, la lumi­ nosidad y la belleza de la creación y de la gracia. Francisco sorprende a las «hermanas criaturas» en su inocencia original, tal como brotaron de las manos suaves y poderosas del Creador y en su recuperada bon­ dad, por obra de la Redención. Es un himno teocéntrico y cristoló- gico, hecho de símbolos que producen un escalofrío en la sensibilidad y estremecen el pensamiento por su inmediatez y por su expresividad. Es un retablo de evidente inspiración religiosa, una especie de Auto Sacramental con figuras vivientes que se arrodillan ante su Creador para entonar la bella oración del canto, en alabanza y agradecimiento. Hay que ser poeta para comprender las «claves» del cántico. Hay que sentir hondo para comprender a Francisco en este momento cum­ bre que nos da entera su identidad y deja a flor de piel su inmenso y llagado corazón. Sin las raíces del Cántico quedaría sin savia y sin fuerza el vigoroso tronco del ideal franciscano. El Cántico resume y sugiere todo lo más profundo, bello y eterno de la existencia fran­ ciscana. El sentido poético construye una nueva y original teodicea cuyas vías de demostración no son los argumentos racionales de la metafí­ sica, sino las vivencias experimentales del espíritu es cascadas de adi­ vinación, intuición y degustación. Son versos llenos de vitalidad y de concretez, con la absoluta credibilidad que da la vida misma. No son vías para demostrar la existencia de Dios por la contin­ gencia del ser creado, por los grados de perfección del universo, por el orden geométrico o metafísico. Francisco de Asís no tiene ni siquie­ ra la sospecha de que Dios pueda ser cuestionable. Para Francisco, la

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