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SAN FRANCISCO, DESDE LA HISTORIA. 143 ratura española. Pero Menéndez Pelayo lo tuvo prácticamente que desenterrar. Recuerda el «sunt fata libelli», dicho latino, que aplica a las obras de Fray Juan de los Angeles por cuanto éste, ya al compo­ nerlas, «temía el que no fueran para rústicos oídos, ni aún tampoco para los bachilleres del mundo» 18. Pero llegó su hora. Y Menéndez Pelayo, con su autoridad prácticamente inapelable en los juicios glo­ bales sobre estética hispánica, afirma que es «uno de los más suaves y regalados prosistas castellanos, cuya oración es río de leche y miel. Confieso — refrenda su juicio en primera persona— , que es uno de mis autores predilectos: no es posible leerle sin amarle y sin dejarse arrastrar por su maravillosa dulzura, tan angelical como su nombre» 19. Pasa luego a ponderar su valor como moralista y psicólogo, para aden­ trarse en las fuentes de su pensamiento. Algo que ya cae fuera de nuestra preocupación actual y sobre lo que ya hemos escrito sendos estudios 20. El franciscanismo de Menéndez Pelayo queda bien patente en la ponderación que ha hecho del gran místico Fray Juan de los Angeles. Corrobora el maestro su estima por lo franciscano en otro juicio que formula sobre Fray Diego de Estella. Le parece que el misticismo de éste no ha sido debidamente valorado por la preferencia que cunde en España hacia la ascética después de la gran floración mística del siglo xvi. «La predilección —escribe— , concedida a los libros ascéti­ cos ha hecho que otro hijo ilustre de la seráfica Orden, Fray Diego de Estella, sea mucho más conocido por las secas moralidades del Tratado de la vanidad del mundo (obra árida y prolija, más de edifi­ cación que de literatura, erizada de textos y de lugares comunes...), que no por sus Cien meditaciones del amor de Dios, que son un bra- serillo de encendidos afectos, cuyo poder y eficacia para la oración reconoce y pondera San Francisco de Sales, que le imitó mucho en su tratado sobre la misma materia»81. Se podrán, quizá, discutir algunas de las afirmaciones de Menén­ dez Pelayo sobre estos delicados puntos de comparación. Pero queda patente siempre el cálido cariño con que se acerca al tema franciscano. 18. O. c„ II (Ed. Nac., t. 2), 93. 19. O. c., 91. 20. E. R ivera de V en to sa , Influjo de San buenaventura en Fray Juan de los Angeles, en Revista española de teología 36 (1976) 65-85; Presencia de San Agustín en Fray Juan de los Angeles, en Augustinus 25 (1980) 209-225. 21. O. c., 93-94.

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