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SAN FRANCISCO, DESDE LA HISTORIA. 141 veces, nos atrevemos a decir por parte nuestra, la ternura franciscana por las cosas humildes ha hallado tan delicada expresión como en estos deliciosos cuadros poéticos de Lope. Ante ellos, Menéndez Pe- layo escribe: «E ste profundo respeto por la vida de los animales, por las plantas, por todas las obras del Creador, es la quinta esen cia d e la p oética caridad franciscana, y Lope ha sabido interpretarla con la profunda penetración que él tenía de todas las cosas ingenuas y popu­ lares» u . E l subrayado que hemos dado a una de las frases del maestro resume largos años de su reflexión sobre la vivencia franciscana del amor cósmico. A l subrayarlo en Lope, Menéndez Pelayo lo sentía con hondura y devoción. Del santo Fray Diego de Alcalá nos traslada Lope a lo que cuentan Las F lorecillas de las rarezas de Fray Junípero. Sólo un genio del teatro ha podido llevar a escena sus genialidades absurdas. Lo hace Lope en una obra de título muy intencionado: E l truhán d el cielo y lo co santo. Las sublimes insensateces y santas simplezas de Fray Ju ­ nípero se dramatizan aquí, dice el crítico, siguiendo, aunque de lejos, el relato de los catorce capítulos que le dedican los F ioretti di S. F ran cesco , conocidos de Lope, ya directamente, ya por medio de las crónicas franciscanas 12. Menos afortunado estuvo Lope al llevar a las tablas al mismo San Fran cisco en su obra, E l serafín humano. Juzga Menández Pelayo que la inferioridad de este drama depende, principalmente, de su es­ tructura o, más bien, de la carencia de ella, que hace que las escenas se sucedan sin trabazón interna y como las piezas de un caleidoscopio. Sin embargo, reconoce que es imposible dejar de admirar la ardiente efusión mística de algunos trozos. Para nuestro propósito lo más notable es el juicio que el docto crítico intercala en medio de sus observaciones valorativas. Dice así: «E l poeta más popular de España algo mejor pudo hacer en honra del Santo más popular de la cristian­ dad» 13. Ver a San Francisco con esta aureola de popularidad, como lo ve Menéndez Pelayo, es algo que debe registrarse en el archivo de cuantos hacen historia de las fuentes espirituales que van actuando en el pueblo cristiano a lo largo de los siglos. 11. O. c., II (Ed. Nac, t. 30), 70. 12. O. c., 122. 13. O. c.f 7.

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