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140 E. RIVERA cencias provenzales de cantos de mayo y de alborada, de vergeles y pájaros cantores» 7. Esta generación franciscana medieval va a tener influjos decisivos en la lírica hispánica del Renacimiento, según constata Menéndez Pe- layo. Los dos poetas franciscanos del tiempo de los Reyes Católicos, Fr. Iñigo de Mendoza y Fr. Ambrosio de Montesinos conservan, a su juicio, muchos rasgos de la poesía tradicional de su orden, y en el segundo, sobre todo, es visible la influencia de los Cánticos Espirituales del Beato Jacopone de Todi, así en la expresión popular de los afectos místicos como en lo candoroso y enérgico de la sátira moral8. En otro pasaje afirma que este poeta favorito de la Reina Católica parece un eco de los franciscanos del siglo xm , especialmente del Beato Jaco- pone de Todi a quien se parece, sobre todo, en el enérgico realismo de sus pinturas satíricas. Y más adelante subraya su carácter popular que le viene «por las tradiciones de su orden y por la imitación deliberada que hace de los poetas franciscanos de Italia» 9. Cómo traslucen estos juicios el regusto que sentía Menéndez Pelayo por sentirse, él mismo, inmerso en las tradiciones de la orden franciscana. Pero es, sobre todo, en el estudio del creador del teatro nacional, Lope de Vega, donde Menéndez Pelayo transparenta de modo más destacado su entusiasmo franciscano. Ya su juicio global es para nunca ser olvidado: «En todas las obras religiosas de Lope se nota singular amor y veneración a la Orden de San Francisco, y cierta preferencia por el sentir teológico de los doctores de la Orden Seráfica en aquellos puntos en que difiere de los maestros de otras religiones» 10. Desciende después el maestro a percibir el espíritu franciscano de Lope en algunas de sus producciones. Al analizar la obra San Diego de Alcalá, sentencia como juez literario que es una monstruosa com­ posición dramática. Pese a ello, la siente hondamente impregnada de exquisita poesía franciscana. Tan es así que recuerda cómo el crítico protestante Sismondi, no obstante su gélida frialdad, encuentra tierno y poético el monólogo en que el santo lego franciscano pide perdón a las flores que está cortando para adornar su capilla, y aquel otro pasaje en que increpa al cazador que descastaba los conejos. Pocas 7. O. c„ 82 y 84. 8. Antología de poetas líricos castellanos, III (Ed. Nac., t. 19), Santander 1944, 41. 9. O. 64. 10. Estudios sobre el teatro de Lope de Vega, I (Ed. Nac., t. 29), Santander 1949, 30.

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