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SAN FRANCISCO, DESDE LA HISTORIA. 139 resplandecía en los áureos tercetos del Paradiso, sobre todo en la visión de la divina esencia que llena todo el Canto X X II I, «corría por el mundo de gente a gente, llevada por los mendicantes franciscanos, desde el santo Fundador, que, si no es seguro que hiciera versos (sea o no suyo el himno de Frate S o lé )4, fue al menos soberano poeta en todos los actos de su vida y en aquel simpático y penetrante amor suyo a la naturaleza» 5. Después de este atestado sobre San Francisco, pasa el crítico a advertir que la sensibilidad estética del Santo forma toda una escuela con Fray Pacífico, trovador convertido, llamado en el siglo el Rey de los versos, y San Buenaventura, cuya teología mís­ tica, aun en los libros en prosa, en el Breviloquium, en el Itinerarium mentis in Deum, rebosa de lumbres y matices poéticos. En pos de San Buenaventura recuerda a Fr. Giacomino de Verona, al Beato Ja - copone de Todi, beatífico y popular, singularísimo poeta, mezcla de fantasía ardiente, de exaltación mística, de candor pueril y de sátira acerada 6. De Italia, el maestro da un salto a España y ante la figura egregia del terciario franciscano Ramón Lull, escribe: « ¿Y a quién extrañará que enfrente de toda esta literatura franciscana, cuyo más ilustre representante solía llorar porque el amor no es amado — manifiesta alusión a San Francisco— , pongamos, sin recelo de quedar vencidos, el nombre del peregrino mallorquín que compuso el libro Del amigo y del amado? ¡Cuándo llegará el día en que alguien escriba las vidas de nuestros poetas franciscanos con tanto primor y delicadeza como de los de Italia escribió Ozanam! Quédese para el afortunado ingenio que haya de trazar esta obra, tejer digna corona de poeta y de nove­ lista, como ya la tiene de sabio y de filósofo, al iluminado doctor y mártir de Cristo, Ramón Lull». Ante su obra cumbre de misticismo y de estética (Cántico del amigo y del amado), comenta el maestro: «Admirable poesía, que junta, como en un haz de mirra, la pura esen­ cia de cuanto especularon sabios y poetas de la Edad Media sobre el amor divino y el amor humano, y realza y santifica hasta las reminis- 4. Adviértase que este juicio está formulado en 1881, cuando la historio­ grafía franciscana no había hecho la crítica depurada de las obras de San Fran­ cisco. 5. Estudios y discursos de crítica histórica y literaria, II (Ed. Nac., t. 7), Santander 1941, 87. 6. Ib id.

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