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158 E. RIVERA hábitos crueles de cazadora «como el pobrecito de Asís en el suyo, besando las llagas de los apestados» 50. Nadie podrá leer sin emoción este pasaje en el que se hace ver que el infeliz apestado llega a entrar en la circunstancia vital de San Francisco. El contraste con la araña es impresionante. Porque, si la araña vive de su cruel caza, es que ésta es un elemento esencial de su vida. Con este contraste Ortega nos da a entender que el pobrecito de Asís ya no puede vivir sin dejar de besar la purulenta carne humana. El beso del amor ya no es, por lo mismo, una anécdota de su vida. Entra en su propio ser como «cir­ cunstancia vital», con todo el sentido ontológico que tiene esta palabra en la metafísica orteguiana. Es decir; algo que se halla alrededor, «circum», pero que forma parte íntima del ser, que sin ella no podría existir. La historia atestigua, en efecto, que llegó un momento en el que Francisco ya no podía vivir sin la compañía del hombre doliente: del apestado, del leproso. Finalmente queremos recordar otra perspectiva parcial que Ortega nos ofrece sobre San Francisco. La funda en una anécdota que las primeras fuentes franciscanas silencian. La resume en esta breve fór­ mula que pone en labios de San Francisco: «Yo necesito poco y eso poco lo necesito po co »51. Al margen de la autenticidad de esta fórmu­ la, lo que nos interesa aquí es ver cómo penetra el pensador en el alma de San Francisco en su comentario. La intención de Ortega, al referirla, es siempre la de pedir una severa ascesis profesional. Se la pide al filósofo que, según fuerte exigencia orteguiana, «se suicida como hombre vital para renacer transfigurado en pura intelección... Filosofía es, propiamente, no vivir y vivir, propiamente, no filoso­ far» 52. Se la pide igualmente al estudiante ante el cual comenta así el dicho de San Francisco: «En la primera parte de la frase, San Francisco alude a las necesidades exteriores o mediatas; en la segunda a las íntimas, auténticas e inmediatas. San Francisco necesitaba, como todo viviente, comer para vivir, pero en él esta necesidad exterior era muy escasa... Pero además su actividad íntima era que no sentía gran necesidad de vivir, que sentía muy poco apego efectivo a la vida y, en consecuencia, sentía muy poca necesidad íntima de la externa 50. Muerte y resurrección} en O. C., II, 149. 51. La cita está tomada de segunda mano, algo no infrecuente en Ortega en temas franciscanos. 52. ¿Qué es filosofar?. Lección IV, en O. C., VII, 324.

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