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SAN FRANCISCO, DESDE LA HISTORIA. 157 prensión de la carne, esta sublime idea eucarística, es una de las muchas superiores del catolicismo sobre el protestantismo... El cato­ licismo tira del cuerpo y del planeta hacia arriba, con hondo sentido católico» 46. Otro tema de alta cultura, hondamente sentido por los actuales pensadores españoles, es el surgir en Italia del dolce stil novo, plenitud de esa sensibilidad de la «cortezia», que es, a juicio de Ortega, uno de los hechos decisivos en la civilización occidental47. Pues bien; es significativo que en este momento de su pensar aúne dos grandes figu­ ras en su juicio histórico: «De la ''cortezia” salieron San Francisco y Dante» 48. En verdad a Ortega le interesa más bien subrayar aquí el influjo de las Damas de Provenza en el cambio de la nueva actitud ante la vida. Pero desde nuestra perspectiva podemos constatar que la figura de San Francisco se halla dentro de este gran movimiento cul­ tural, que Ortega verá, sobre todo, como culto a la mujer en su ver­ tiente espiritual, al margen de toda desviación lúbrica. En este en­ marque espiritualista y en comprobación del mismo, recuerda una su­ puesta anécdota que cuenta cómo San Francisco pudo vivir una semana entera con el canto de una cigarra. Dejando de lado la autenticidad de la anécdota, lo interesante aquí es advertir que la cita para sub­ rayar el clima espiritual que se continúa en la siguiente frase: «Dante de la boca y la pupila (de Beatriz) toma sólo la mística electricidad de la sonrisa que saluda» 49. Nos hallamos, pues, inmersos en un mun­ do de traspariencia y de pureza inmaculada en medio de los afectos vivos por los que el hombre busca en la mujer el ideal que le empuja hacia arriba. El tercer tema en el que Ortega revela su pensamiento sobre la figura de San Francisco es central en su filosofía. Sabido es que define al hombre: «yo y mi circunstancia». Tan verdad es esto que para él «nuestra vida es un diálogo donde es el individuo sólo un interlocu­ tor: el otro es el paisaje, lo circunstante». De tal suerte juzga que esto es así que resulta imposible entender al uno sin el otro. Acude a la biología en comprobación de esta realidad humana. En un con­ traste hiriente anota que la araña vive dentro de su mundo con sus 46. O. c., 455. 47. Epílogo al libro Be Francesco, a Beatrice, en Estudios sobre el amor (Ed. El Arquero), 16 ed., Madrid 1966, 16. 48. Ibid. 49. O. c., 19.

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