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SAN FRANCISCO, DESDE LA HISTORIA. 155 campo cultivado — cultura animi, decía L. Vives y repite Ortega— cuando se halle en tales condiciones que pueda producir óptimos fru­ tos de Verdad, Bondad y Belleza. Trinidad del espíritu, profundamen­ te reverenciada por el pensador español. ¿Qué piensa Ortega sobre la aportación de San Francisco al mun­ do de los valores que hemos resumido en las tres palabras mentadas? Reconoce, sin duda, que San Francisco hace alguna aportación a la cultura, como lo dice este pasaje en el que, al evocar la prédica del Santo a los gorriones, la comenta así: «E sto debió parecer a los cultos magnates de Roma gran simplicidad y, sin embargo, para la cumplida belleza de la historia humana fue menester que algún día en la plaza de alguna villa se predicara a los gorriones: «Hermanas avecicas, si no calláis no podré hablar con Dios» 42. La belleza, pues, del cosmos ha exigido el que un día se predicara fraternamente a la avecilla. Quien fue capaz de acto tan inocente, abrió un nuevo venero de auténtica cultura humana. Este primer testimonio nos incita a penetrar con más hondura en el tema, reflexionando primeramente sobre algunas perspectivas cul­ turales que Ortega vio en San Francisco para, en un segundo momento, abordar la vertiente delicada de la cultura eclesial, vista por Ortega desde la posible aportación de San Francisco. Finalmente nos enfren­ taremos con el misticismo de San Francisco silenciado por Ortega. 1.° D i v e r s a s p e r s p e c t i v a s c u l t u r a l e s Lo primero que llama poderosamente la atención es que Ortega, pensador convencidamente laico — sea esto dicho como mera consta­ tación del hecho— , haya podido escribir este juicio, sin duda, ines­ perado y pasmoso para muchos: «Sólo porque Platón, Cervantes y San Francisco vivieron, llegamos a creer que nuestro linaje no es idiota ni egoísta» 43. Responde con él a las pretensiones de una crítica nive­ ladora, que juzga cualquier sobresalir como democráticamente insos­ tenible. No podemos seguir a Ortega por este tema que hoy está en la calle. Pero sí nos interesa subrayar el alto puesto que tiene San Francisco en su mente. Para medir mejor a qué altura lo eleva, recor­ demos que Ortega, antiplatónico de raíz, reconoce que el filósofo 42. Nuevas glosas, en O. C., X, 90. 43. Una polémica, en O. C.} I, 163.

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