PS_NyG_1982v029n001p0137_01650410

154 E. RIVERA En la invocación al Padre eterno es donde se habrán encontrado definitivamente San Francisco y el «sentidor» de Salamanca. Pero éste añade a continuación: «Dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar» 39. Este duro bregar le diferencia de San Francisco, quien de la paz serena de la tierra ascendió a la beatífica paz del cielo 40. III.—APORTACION DE SAN FRANCISCO A LA CULTURA SEGUN J. ORTEGA Y GASSET Un concepto sociológico de Ortega nos introduce de lleno en el tema que deseamos exponer ahora. Lo llama «altura de los tiempos»41. Tiene mucho que ver con lo que en el lenguaje eclesial de hoy se dice «signo de los tiempos». Aunque no coinciden. El concepto orte- guiano implica una dinámica esencial, pues contempla toda la historia en un perenne hacerse hasta quererla resumir en la conocida frase de Cervantes: «el camino es siempre mejor que la posada». El pensa­ miento eclesial, por el contrario, juzga que hay que recorrer necesa­ riamente un espacio antes de llegar a la meta. Pero, por supuesto, la meta es siempre más importante que el camino recorrido. Late, sin duda, un peligro de estatismo en este segundo modo de pensar. Pero el primero, el de Ortega, puede caer fácilmente en la orgía de la acción con sus fórmulas de «el arte por el arte», «el juego por el juego», «el hacer por el hacer». La historia, tanto la pública como la privada, sería entonces un constitutivo quehacer, un «faciendum», como dice Ortega en su lenguaje, nunca un «factum». Dentro de este esquema mental, ve Ortega en la invención de nuevos valores la faena primaria de la cultura. La mente humana será 39. Poesía, en O. C., VI, 244. 40. Tal vez pudiera alegarse contra esta interpretación de San Francisco que también conoció éste pruebas interiores y conflictos con sus hermanos. Ello es verdad. Pero pensamos que ni los dolores más íntimos ni las discrepancias exter­ nas llegaron a perturbar la placidez del mar profundo de su conciencia. Fueron siempre olas de superficie, por muy alborotadas que algunas veces parecieran. 41. La rebelión de las masas, en Obras Completas, IV, Madrid 1947, 156- 158.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz