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106 I. MANZANO Sin entrar a juzgar las creencias de Leclerc (nunca un hombre se identifica plenamente con lo que hace y, menos, con lo que dice), podemos preguntarnos sobre la interpretación exacta que da el autor al Cántico de San Francisco. Me parece que su interpretación está en hacer coincidir el sentido «secundario» del Cántico con los contenidos de una conciencia o de una comprensión del hombre al modo de la comprensión jungiana. Esto es, el Cántico es un lenguaje simbólico que expresa los arquetipos primigenios del hombre, emergentes de un inconsciente colectivo, pasando por un proceso de maduración hasta llegar a su plenitud (Ganzheit) de integración de sí mismo consigo mismo y con el arquetipo del «mundo» (Weltseele) según el modelo del arquetipo del «Selbst», del «Sí mismo». El hombre es para Jung un sistema cerrado energético: energía «libidinosa» para Freud, ener­ gía «psíquica» (que no espiritual) para Jung y sujeto, como sistema energético cerrado, a las leyes de la transformación, de la conserva­ ción y de la equivalentecia y que, por un proceso de maduración o individuación, se transforma «versus» ese estado de igualación o recu­ peración, que es el estado indicado por el arquetipo del «Selbst», y que no se sabe si es una recuperación total de sí mismo o una caída, por gasificación, en un mundo devenido claro a sí y para sí mismo. Este sistema cerrado y energético que es el hombre, por arte de birli­ birloque, procede del mundo como «Weltseele» o mundo animado, pero en otro modo, esto es, como energía psíquica, heredando con este su origen todos los aspectos del mundo como gran viviente, ahora presentes en la forma de arquetipos colectivos e infrarrecupera- dos. Estos arquetipos son efectivos y eficaces a través de su transfor­ mación mediante los «símbolos» y «dogmas»; estos actúan, más bien, desde el fin o desde el arquetipo del «Selbst». Por supuesto que no hay Dios en la postura de Jung. Su lenguaje «religioso» es sibilina­ mente engañoso. Ni siquiera en su comprensión del «Mándala» hay una presencia de un Dios real y existente: Dios es sólo una sombra en el interior del hombre, esto es, no es Dios. Todo este aspecto ficti­ ciamente religioso de Jung no es un reverso de un anverso real y objetivo, sino que es un reverso sin reverso, esto es, que no simbo­ liza sino realidades internas del sistema cerrado de energía que es el hombre. De aquí, que todo lo que la Religión auténtica nos dice no son más que indicaciones «ilusorias» de las realidades que se integran en el hombre concreto y en los arquetipos colectivos. En el fondo, y expresado esto en lenguaje religioso (simbología religiosa), lo único

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