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134 I. MANZANO lo fue San Juan de la Cruz. Esta experiencia se puede expresar «como juntura» de la naturaleza del hombre y de la naturaleza de Dios y tal que «no mudando alguna de ellas su ser, cada una parece Dios»; o bien, «el alma más parece Dios que alma y aun es Dios por participa­ ción; aunque es verdad que su ser naturalmente distinto se le tiene del de Dios como antes, aunque está transformada». Se trata, pues, de una experiencia iniciada por Dios mismo, en virtud de la cual hay algún cambio ontológico y real y no una mera maduración psicológica de bajos fondos arquetípicos de la humanidad. Esta rica experiencia de Dios no se puede verter ni en el lenguaje de la Psicología profunda ni en sus contenidos; tampoco puede ser interpretada en lenguaje de la experiencia religiosa y mítica general que es la conciencia y experiencia que describe y trata de comprender la Fenomenología de la Religión. Y la razón es porque, en esta expe- rencia de Dios, esa experiencia es contacto con la realidad de Dios en persona. Es, pues, «signo» en el lenguaje de Ricoeur y no «símbolo». Querer interpretar esta experiencia en términos y contenidos de la Psicología profunda, de Jung o de quién sea, es una desfiguración de la originalidad de la experiencia cristiana de Dios y un método falso desde el principio: es un querer interpretar lo que se tiene en tierra de promisión por lo que se tenía en tierras de Egipto. Lo que precede había de ser el contenido fundamental de mi tra­ bajo. Pero, inmerso en el tema, leyendo y releyendo el Cántico del Hermano Sol para confirmar aquella tesis principal me vino la idea de comparar el movimiento interno del espíritu en el Cántico con el movimiento del espíritu de San Francisco, expresado en otros escritos del Santo. Entonces, el problema a resolver es si el Cántico es un canto de alabanza a Dios y a sus creaturas o es un canto de alabanza de las criaturas a Dios, esto es, el conocido problema de si el «Solis» debe ser tomado como genitivo «objetivo» o «sujetivo». Y ¡aquí fue Troya! Me acordé de la frase famosa del general Turenne: «Carease, tu trembles? Tu tremblerais bien davantage, si tu savais, oü je te mene! ». Porque un estudio de esta índole me llevó a la conclusión de que, en ningún caso se puede interpretar el Cántico del Hermano Sol, si es de San Francisco, en el sentido de canto de alabanza a Dios «a través de» las criaturas. Y ello es así, bien se tome esta mediación en el sentido irreverente de Leclerc y otros, a saber, alabanza objetiva de las criaturas y de Francisco apuntando hacia una «X », tan alejado que

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