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REFLEXIONES EN TORNO AL CÁNTICO. 133 divino, tal como lo proyecta Francisco en sus escritos. La oración al Cristo de San Damián resume, de modo admirable, el mundo espiritual de Francisco y de su ideario: « ¡Altísimo y glorioso D io s !, ilumina las tinieblas de mi corazón y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y veraz mandamiento» 66. Todo esto pone graves, difíciles y desagradables cuestiones (para mí al menos). Y lo primero que cuestiona es la paternidad de Fran cisco respecto de estas estrofas (3-9). Si nos atenemos a los resultados del método adoptado deberíamos de concluir que las tales estrofas no son del Santo. Y la razón es porque ni su forma literaria (de la que no me ocupo) ni su contenido conectan ni engarzan con el mundo espiritual que se manifiesta en los demás escritos del Santo. O bien hay que conceder que esas estrofas son un «unicum» en la producción literaria del Poverello. Cuestiona también la figura de San Francisco en idílica intimidad con las criaturas infrahumanas, figura proyectada por los biógrafos del Santo, en clara oposición con el mundo espiritual presente en los escritos de Francisco. Sin embargo, precisemos un poco el alcance epistemológico de nues tro método. El nivel en el que nosotros nos hemos puesto, esto es, análisis comparativo del Cántico del Hermano Sol con los otros escri tos de San Francisco no es un método total ni sus resultados deberían absolutizarse. Pero tampoco se los puede minusvalorar o minimizar. Además del aspecto que este método entiende sacar a luz, están otros métodos para encontrar la verdad. En concreto, el método histórico. Por esto yo he dicho: «si nos atenemos a este método y sus resultados», deberíamos negar la paternidad de San Francisco de tales versos. Ha brá que escuchar, pues, lo que dicen los otros métodos. CONCLUSION Comencé mi trabajo en actitud polémica para reivindicar la expe riencia estrictamente católica y mística de Dios por parte de Francis co. Una experiencia de Dios que podemos verter muy atinadamente en el lenguaje apropiado de otro gran «experienciador» de Dios como 66. En la BAC, 24.
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