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124 I. MANZANO Este llamamiento a las criaturas a la alabanza de Dios, con una cierta personificación de las mismas, es el movimiento ordinario en que se expresa Francisco. Así, en concreto, es la «Exhortación a la alabanza de D ios», en las «Alabanzas que se han de decir a todas las horas» y en los «Salmos» del Santo (en especial el 7, 9, 10, 14 y 15). Sin embargo, también aquí con notables diferencias de contenidos ya que no hay una enumeración ni del sol, ni de la luna, etc., ni mucho menos de los cuatro elementos. San Francisco los toma global mente : cielos y tierra, ríos... Y los extrae directamente, sin modificar casi, de los cantos de la Biblia. Pero como movimiento formal del espíritu, éste de llamar a las criaturas a la alabanza del Señor es el común y el ordinario en San Francisco. Interpretar el Cántico en este movimiento tiene contra sí, sin embargo, el poco sentido del «per» en la estrofa de la «hermana muerte». Pero no es imposible que para Francisco la muerte pueda alabar a Dios. Ya hemos dicho que Francisco «personifica» al poetizar. Ya conocemos el texto de la admonición quinta en la que se decía: «y todas las criaturas que están bajo el cielo sirven y conocen y obedecen, a su modo, a su Creador mejor que tú». En este movimiento enumeramos sólo dos pasos, a saber, la men ción de Dios con sus títulos correspondientes de «altísimo», «omni poten te»... (primer paso, estrofas 1 y 2), y la alabanza que las cria turas le proporcionan (segundo paso, las estrofas 3-14). Aparece, con todo, un tercer modo de comprender el movimiento del espíritu en el sentido de la interpretación del «per» como «a tra vés de», con lo cual las criaturas ejercen la función de «medio». A su vez, este modo es susceptible de modalidades diversas. Una primera, que nos dice lo siguiente: Francisco se retiene indigno de alabar a Dios y quiere entonces que su alabanza a El sea a través de la ala banza que las criaturas tributan, por su propio ser en sí, a Dios. Esto es, Francisco, convencido de su indignidad para alabar directa e inme diatamente a Dios, confundiría su alabanza con la de las criaturas, de modo que la alabanza de las criaturas purificara su propia alabanza confiriéndole la dignidad suficiente para alzarse a la alabanza de Dios. Una segunda interpretación en la dirección general de la interpre tación del «per» como «medio» es la siguiente: convencido Francisco de su propia indignidad para alabar a Dios se convierte a las criaturas para que éstas, igualmente indignas, proclamen, por lo que ellas son en sí, las alabanzas a los demás seres. Dos son los momentos funda-
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