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REFLEXIONES EN TORNO AL CÁNTICO. 117 todas y cada una de las cosas como dones que nos indican a su Hace­ dor y Creador. Esto es, la consideración de las cosas en sí y cerradas a no indicar a Dios; o bien, considerar las cosas en sí y sin referencia a Dios sería una consideración «pecaminosa» de las cosas. La consi­ deración y aceptación de las cosas por lo buena que ellas son en sí, como hace Leclerc y otros autores, es una posición del hombre con respecto a sólo las cosas y de las cosas con respecto a sólo el hombre, un mundo en pecado para San Francisco. Apropiación por no restitución de los bienes a su origen, Dios Creador, un mundo en sí y desasido de Dios, un mundo así es anti­ franciscano. Y justamente, cuando el hombre se «apropia» y no res­ tituye las cosas a Dios, el hombre crea en ellas una dimensión de lo superfluo o algo que las cosas no son ni poseen: el «dinero» para medir el valor real de las cosas, «la honra» y el «orgullo», el «glo­ riarse», etc. A partir de la «apropiación» el hombre crea unos valores que son ajenos a las cosas mismas, a las cosas mismas vistas, digá­ moslo otra vez, en perspectiva creacionista. En este sentido, hasta airarse por el pecado del hermano es un pecado; y ello, porque se «apropia» uno la propia santidad como si fuera suya, siendo así que esa santidad viene y procede de Dios. Una ejemplificación de esta doctrina de San Francisco la tenemos en el paso de las «Florecillas» en el que San Francisco responde a la pregunta de fray Maseo: «¿Por qué a ti? ¿Por qué a ti? ¿Por qué a ti?». Una analítica de esta narra­ ción nos confirma en lo que hemos dicho sobre el mal tal como lo ve Francisco en sus escritos 30. Francisco no desconoce las negatividades que hay en lo creado, sus imperfecciones, etc. Como tampoco desconoce la existencia de enfermedades, del dolor del alma y de las debilidades de la carne. Pero estas cosas son así y no son «malas». Las cosas tienen también un valor de uso y Francisco las usa. Incluso concede un valor no ficticio, sino supererogatorio y que no es malo, creado por la acción del hombre sobre las cosas en la línea de la «tecnicidad», como, por ejemplo, en el arte «médico». Francisco se deja curar. El mismo tra­ baja con las cosas para hacer paredes, etc. Todo esto es verdad y una profundización de esto sería interesante pero alejado de nuestro asunto principal. 30. Cf. el cap. 10: 818. «Esto me viene de los ojos del Dios Altísimo», dice Francisco.

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