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114 I. MANZANO Dios por Francisco. De tal manera es grande Dios en esa experiencia que no lo puede decir en un solo atributo. Por eso lo dice en muchos títulos y aspectos. Pero todos ellos referidos al único simplicísimo del Dios que se da. Este modo de nombrar muchos atributos o títulos de Dios es un lenguaje ordinario y connatural, pero explosivo y fogoso, del alma encendida de Francisco. Basta haber leído sus escritos para toparse con esta realidad. Por otra parte, es un modo expresivo y un modo de hablar muy en consonancia con el talante de Francisco, esto es, un lenguaje en el que se oculta la experiencia de Dios, por una parte y, por otra, se «anuncia» a los demás quién es el grande, el bueno, el altísimo: Dios, Uno y Trino. No es, pues, por fuga a las cosas ni por fuga a un Trascendente de la mitología la razón por la que Francisco habla así. La razón pre cisa es la incapacidad del lenguaje humano, el lenguaje simbólico, para contener y expresar la riqueza que, de un golpe, el experienciador Francisco ve en Dios. Con una precisión impresionante su biógrafo Celano lo ha expresado así: «En verdad, para ofrecer en holocausto cada una de las fibras de su corazón, proponía ante sus ojos con varios títulos al que era Simplicísimo» 27. Es, pues, esta experiencia de Dios, experiencia cualificada, de donde nace el Cántico, lo que sustenta al Cántico y es con referencia a ella cómo el Cántico ha de ser interpretado. Esta experiencia es la que habla en el «simbolismo» del texto. Todo otro intento de interpretación del Cántico por relación a otra conciencia, la psicología freudiana, etc., además de ser una fal sificación de la conciencia genuinamente cristiana y franciscana, es, al mismo tiempo, un empobrecimiento y un vaciamiento de algo que es sublime en unos contenidos, muchos falsos y otros empobrecedores, de la riqueza del hombre. Esta experiencia cristiana de Dios es, pues, la clave fundamental para comprender el Cántico del Hermano Sol. La segunda clave es semejante a esta primera. Se trata de dilucidar la visión que Francisco tuvo de las cosas del mundo y del mundo mismo. 27. El texto en latín es el siguiente: «Revera, ut cunetas medullas cordis multipliciter holocaustum efficeret, multiplicem ante oculos summe simplicem pro- ponebat». He consultado traducciones en diversas lenguas de ese texto y todas dan, fundamentalmente, el sentido que yo le doy, en especial «...proponía ante sus ojos con varios títulos al que era simplicísimo». La edición de J. A. Guerra traduce así: «...reducía a suma simplicidad lo que a los ojos se presentaba múl tiple» (II Cel, n. 95: 285). Lo que es un verdadero atropello del texto.
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