PS_NyG_1982v029n001p0101_01350410

110 I. MANZANO repito, del Trascendente y volcarse a poner en armonía las contradic­ ciones internas del hombre y sus contradicciones con la realidad cós­ mica hasta llegar a esa reconciliación por la que se crea la «fraterni­ dad» universal. Hay aquí implicados varios problemas teóricos (ontológicos) y teo­ lógicos, sutiles, de importancia suprema y que no vamos ni siquiera a mentar. Nos basta continuar con nuestro tema. «De esse ad posse, valet ilatio» dijeron los Escolásticos. Y dijeron bien. Rehúso aceptar que a Dios le son indiferentes las acciones de los hombres y, sobre todo, de los hombres «santos». Francisco mismo rogó al Señor, según sus biógrafos 18, que le diera sentir lo que El sintió a la hora de la Pasión y el Señor se lo concedió. Y se lo con­ cedió de tal manera que aparecieron en su carne las llagas de Jesús. Pero rehúso a aceptar esa afirmación fundado en una realidad que el autor desconoce a lo largo de su obra: la voluntad de Dios de iniciar E l y de crear El las condiciones del acceso a El. A esto me refería cuando distinguía al Dios de los cristianos, al Dios de Jesu ­ cristo, al Dios tal como El se ha revelado a sí mismo. Se trata aquí de un Dios concreto y actuante en concreto, y obrando en concreto lo que El quiere. Ya aquí no se trata de la indignidad del hombre, que por supuesto no se elimina, para conectar con Dios. Hay aquí una voluntad realizada de Dios en virtud de la cual Dios se conecta con el hombre y, por lo mismo, el hombre conecta con Dios. Todo el sen­ tido profundo de la «pobreza» franciscana es un dejarse libre para ser guiados y ser realizados por esta acción de Dios en nosotros. Acción de Dios en un sentido real, físico y ontologico 19. ¿Cómo interpretar esta acción de Dios en Francisco? ¿En qué lenguaje tenemos que comprender y ver esta experiencia que tiene Francisco de Dios? Se trata de una experiencia real, física y ontolo­ gica, repito. Todo lo demás son monsergas de Filósofos, Psicólogos o Fenomenólogos. Francisco no es nada de todo esto. El es un «experien- ciador» de Dios. Experiencia, pues, real y física de Dios. Esta expe- 18. 1 Cel, n. 92: 197; Leg.Mayor, cap. 12, n. 2: 455. 19. Sobre este aspecto no necesitamos traer textos confirmatorios. Basta ha­ ber leído las biografías de S. Francisco para convencerse. Además, es lo que pide Francisco al comienzo de su conversión en la Oración al Crucifijo de S. Damián (p. 24 de la edición de J. A. Guerra en la BAC). Es, por otra parte, el sentido de «el Altísimo me reveló que...» (Testamento, nn. 1-15, varias veces, p. 121 ss. en la edición de Guerra).

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz