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SAN FRANCISCO Y LA JERARQUÍA ECLESIÁSTICA 49 Pero no sólo en este caso que acabamos de relatar se encuentra el carisma de San Francisco y la institución jerárquica de la Iglesia a nivel de obispo. En la vida de San Francisco tenemos, por ejemplo, otra escena que nos habla también de las relaciones del santo con su obispo. Ahora bien, para entender mejor el alcance de las palabras de San Francisco en este segundo encuentro con Guido quizás convenga recordar ciertos detalles que nos narra la historia profana de Asís 12. El obispo Guido no era mejor ni peor que sus hermanos en el episco­ pado de entonces. Pero sabemos que para entonces los Pastores de las diócesis se dedicaban a la defensa de sus múltiples posesiones, de sus intereses económicos, con el mismo ardor, por lo menos, con que se dedicaban a la defensa de la fe de sus fieles. De hecho, nos consta que el obispo de Asís, Guido, andaba metido en líos frecuentes y escanda­ losos a causa de sus preocupaciones monetarias, de sus intereses eco­ nómicos y de su poder mundano; desde luego, el obispo de Asís no tenía en absoluto el carisma de pobreza tal como lo poseía su feligrés Francisco. Y es teniendo en cuenta esta advertencia elemental como entendemos mejor la salida — ¿destemplada?— de San Francisco. El obispo Guido entendía que San Francisco se excedía. Eso de vivir como los pájaros del cielo que «no siembran ni recogen en graneros» es muy bonito pero demasiado expuesto. El obispo Guido pensaba que los frailes no iban a poder soportar aquel ritmo de vida en pobreza total. Pero seguramente temía también, con buen olfato económico al cabo, que si los frailes un día tenían necesidades que nadie quisiera remediar, tendrían que ser las arcas del palacio episco­ pal las que deberían correr con los gastos necesarios para cubrir aque­ llas necesidades. Y, claro está, que esta posibilidad le molestaría espe­ cialmente. Los Frailes Menores difícilmente podrían vivir en pobreza total, como quería San Francisco. Pero, además, y ¿si eso iba a reper­ cutir algún día negativamente en su economía de obispo negociante y terrateniente? Este fue un motivo, no especificado por los historiado­ res de San Francisco pero sí real, según todas las probabilidades, pen­ sando en aquel tiempo y en aquel obispo, que llevó a Guido a inter­ venir en el carisma franciscano, y no de forma muy brillante por cierto. 12. P. Leprohon describe así al obispo Guido: «c’était un homme habile, ambitieux, comme beaucoup de prélats de son temps avide de biens et de pou­ voirs et qui jouissait de la confiance d’innocent III» (Saint François d’Assise, Paris 1973, 51). Sobre el aspecto pendenciero del Obispo Guido revelador es lo que se nos dice en Espejo de perfección, 101. 4

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