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46 MIGUEL G. ESTRADA Dios, pero también para que la autoridad jerárquica de la Iglesia obe­ deciera a quien tiene obligación de obedecer y que, en este caso, ha­ blaba por medio de San Francisco: el Espíritu de Dios. Más allá de lo anecdótico y periférico en las relaciones entre San Francisco y la jerarquía eclesiástica está esa justificación honda que explica todo el forcejear del Santo frente al papa, los cardenales y los obispos. Había que hacer todo lo posible para que la jerarquía de la Iglesia encajara el carisma franciscano dado por el Espíritu a San Francisco. Y poner empeño en esto, y hasta tozudez, no era una desobediencia sino una ayuda, a veces incomprendida, que San Francisco prestaba a la Iglesia para que las autoridades obedeciesen a Dios que se manifestaba en aquella forma interpelante que era el carisma franciscano. 1. S a n F r a n c is c o a n t e l o s o b i s p o s 1.1. San Francisco y el obispo de Asís Y cuando llega el momento concreto de defender su carisma, en este caso particular su carisma de pobreza de una manera más directa, San Francisco tuvo que hacerlo, en primer lugar, frente a un hombre que no entendía totalmente aquel modo de desamparo de vida que propugnaba el santo, frente al obispo de Asís. Ahora bien, nos inte­ resa insistir en las relaciones de San Francisco con el obispo Guido —así se llamaba el entonces obispo de Asís— porque este prelado encarnó la institución jerárquica de la Iglesia más cercana que tenía San Francisco y con la que primero se topó. Desgraciadamente no sabemos mucho de aquel personaje que fue el obispo Guido, de sus cualidades y de sus indudables limitaciones. Poseemos sólo unos datos que, si son reveladores, no son suficientes para emitir un juicio defi­ nitivo sobre aquel hombre. De todas formas, y al margen de la perso­ nalidad humana concreta de Guido, estará bien que aludamos a las relaciones Guido-Francisco porque eso nos iluminará ya de una forma muy expresiva a la hora de intentar ver cómo fue el encuentro entre el carisma franciscano y la institución jerárquica en la Iglesia. Y es que el obispo de Asís representa la primera instancia de ese aparato enorme que llamamos la Iglesia jerárquica, y que tanto va a pesar en los avatares del carisma franciscano y de la vida carismàtica de San Francisco de Asís.

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