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SAN FRANCISCO Y LA JERARQUÍA ECLESIÁSTICA 99 datura religiosa. En la fraternidad franciscana, y hasta mucho más allá de lo que significa la palabra, todos son «hermanos». Por lo demás, nadie, ni nada, se escapaba a ese amor de San Fran­ cisco. Y su amor era tan intenso como para ceder a todos el puesto, como para no exigir cuentas a nadie, como para darse todo y siempre a los demás, incluso a los que le ofendían. Ante un concepto de la fraternidad tan extenso, intenso y «raro» para entonces, ante un con­ cepto de minoridad tan «exagerado», ¿cómo las autoridades religiosas no iban a ser desconfiadas? Tenían que serlo, claro está, y San Fran­ cisco sabía de esa desconfianza. Y eso le mortificaba, y engendraba en él una cierta desilusión. ¿Acaso —pensaba el humilde San Francisco—, su pobreza y fraternidad no eran evangelio puro? A él sí que le parecían evangelio puro. Sólo que la jerarquía eclesiástica no lo veía tan claro y, consecuentemente, se empeñaba una y otra vez en recor­ tar alas al ideal de San Francisco. Y fue ese poner trabas a su ideal lo que engendró en San Francisco una cierta desilusión frente a la jerar­ quía de la Iglesia. Miguel G. E s t r a d a

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