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92 MIGUEL G. ESTRADA Pero, en fin, también para San Francisco la vida siguió. Y los acontecimiento de la Orden se complicaron. Inocencio III había muer­ to y San Francisco se vio en la necesidad moral de entrevistarse con el nuevo papa. ¿Cómo fue ahora el encuentro carisma franciscano- papado? 3.2. San Francisco ante Honorio III Honorio III, elegido papa a la muerte de Inocencio III, natu­ ralmente recibe con la tiara pontificia las mismas ideas y el mismo concepto de Iglesia que tenía su predecesor; eran, por lo demás, las ideas que estaban en el ambiente. Pero psicológicamente Honorio III e Inocencio III se parecían muy poco. Pero como tampoco nos inte­ resa ahora un estudio detenido de este papa, retengamos sólo un juicio global sobre el mismo. He aquí, de nuevo, la pluma autorizada de R. Villoslada: «Al tercer día de la muerte de Inocencio III, fue elegido para sucederle Honorio III, un bondadoso y piadosísimo anciano muy sen­ cillo y benigno que había repartido entre los pobres casi todo lo que poseía» 70. Y con un hombre así se encuentra ahora el carisma franciscano. Veamos, en concreto, los matices del diálogo Francisco de Asís-Hono- rio III. Para San Francisco el papa Honorio III sigue siendo como lo fue Inocencio III — recuérdese la visión del árbol— , un hombre lejano y poco menos que inaccesible. Desde luego que esa idea debía ser común a todos los cristianos de aquel tiempo. Para entonces, cuando los medios de comunicación eran pocos y malos, llegar a la presencia del papa era una aventura casi irrealizable. San Francisco, que natu­ ralmente participaba del común aislamiento medieval, describe esa dificultad para acceder al papa de una manera muy expresiva. Dice así el Santo hablando de Honorio III: «Cuando hay tantos nobles y ricos y tantos religiosos que no pue­ den tener audiencia con vos, nosotros, que somos los más pobres y despreciables entre todos los religiosos, deberíamos estar sobrecogidos de temor y avergonzados viendo que no sólo se nos permite llegar 70 . O . c ., 601 .