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SAN FRANCISCO Y LA JERARQUÍA ECLESIÁSTICA 91 pidió Inocencio I II , se sintió defraudado por la Curia Romana y por el mismo papa. El esperaba otra cosa del papa. Y tal fue su desilusión que en adelante, y ya para siempre, rehuyó por sistema el trato directo con los hombres de la Santa Sede, incluido el papa. Seguirá amando y respetando al papa — este amor y respeto quedan más allá de toda duda— , pero pedirá y obtendrá un intermediario, el cardenal Hugo- lino, que le ahorre tratar directamente sus asuntos con Roma. Cierto que los primeros biógrafos de San Francisco no se detienen a describir este estado de desilusión en el que debió caer el Santo; hacen, más bien, lo contrario, pues lo que buscaban era ponderar la figura del Santo. Pero lo cierto es que, por lo que pasó en este encuentro y por la forma cómo en adelante se va a comportar San Francisco frente al papa, parece muy probable que sufriese un shock profundo y desilu­ sionados Mientras volvía a Asís, concluida la aventura romana, lo probable es que más de una vez se sorprendiera San Francisco rumian­ do su desengaño 68. Y cabe pensar que, si van a pasar diez años hasta que San Francisco se encuentre por segunda vez con el papa, no fue ajeno a ese alejamiento de Roma, el desengaño que sufriera en aquel primer encuentro con Inocencio I II . No que fuera resentimiento lo que San Francisco sintió con respecto al papa — por exigencias psico­ lógicas y sobrenaturales San Francisco estaba incapacitado para el resentimiento— , pero debió sentirse un tanto «desilusionado» 69. 68. Aquí ya no estoy de acuerdo con P. Beguin cuando reduce Ja descon­ fianza de San Francisco a la Curia Romana, excluyendo de ella al papa (cf. P. Beguin, San Francisco y la Iglesia, en Cuadernos Franciscanos de Renovación 28 (1974) 218). ¿Por qué excluir al papa? Que San Francisco pidiera y obtuviera una especie de «papa» propio en el cardenal Protector, lo único que prueba es que, si San Francisco quería ser católico, tenía que seguir tramitando la legaliza­ ción y posteriores pasos de la Orden con el papa y la Curia Romana; sólo eso (cf. T o m á s d e Celano, Vida segunda, 25). Interpretar la invención franciscana del cardenal Protector como un deseo de tener afectivamente presente al papa, es suponer lo que habría que probar. Además, que la existencia del cardenal Pro­ tector sea una solución frente a los múltiples problemas que presenta la naciente Orden está suficientemente afirmado por los biógrafos del Santo (cf. Leyenda de los Tres Compañeros, 63). 69. Para no llevar las cosas a un extremo vicioso quizás convenga tener en cuenta las palabras de T. Matura: Francisco «no cesa de reafirmar su fe en los sacerdotes y en los sacramentos, y se adhiere para siempre al "Señor Papa y a la Iglesia de Roma” . Francisco no es ni ciego ni ingenuo, sino que cree que sólo en esta comunión que es amor y no acidez, puede matener la fidelidad al Evangelio» (cf. T. M a tu r a , Francisco de Asís, y la vida religiosa ayer y hoy, en San Francisco ayer y hoy, Madrid 1977, 134).

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