PS_NyG_1982v029n001p0041_00990410

SAN FRANCISCO Y LA JERARQUÍA ECLESIÁSTICA 45 de vista personales — cosa que le supuso auténticos sufrimientos, por cierto— , fue en otros de una terquedad que no se ha subrayado sufi­ cientemente, y que estará bien tener en cuenta si es que se quiere ver al San Francisco que existió realmente y no al que una literatura demasiado acrítica en ocasiones nos ha querido presentar, y, de hecho, nos ha presentado 7. Claro que no se trata de negar aquel espíritu de respeto frente a la autoridad jerárquica de la Iglesia. En efecto, yo creo que San Fran­ cisco fue hijo sumiso de la Iglesia, de la autoridad en concreto de la Iglesia. Sólo que, me parece a mí, habrá que entender qué significa eso de sumisión a la autoridad de la Iglesia, si se quiere entender la conducta de San Francisco. Y la mayor sumisión y respeto que se pueden prestar a la jerarquía de la Iglesia es forzar a ésta, a la jerar­ quía de la Iglesia, a ser ella misma obediente al Espíritu de Dios. Que es lo que hizo San Francisco precisamente 8. Si el Santo de Asís bru­ juleó en la exposición de su carisma con tacto humano a veces, y sobre todo, con métodos sobrenaturales del todo desconcertantes, no fue para hacer encajar a la Iglesia, a la autoridad de la Iglesia, lo que en el fondo podía ser interpretado como una cabezonada suya y, por tanto, una desobediencia camuflada. Si procedió de esa manera, fue para sacar adelante su proyecto de vida evangélica inspirado por 7. Sería interesante un estudio sobre la vehemencia de San Francisco y su personalidad naturalmente impulsiva. No vamos a entretenernos aquí en este tema porque nos llevaría demasiado lejos. Pero ciertamente que la imagen del Santo se acarameló demasiado a través de la historia. Y si ciertamente una característica suya fue la bondad y mansedumbre, esas virtudes fueron, sobre todo, un logro de la gracia sobre la naturaleza de suyo bastante vehemente e impulsiva (Sobre este aspecto de la personalidad de San Francisco tiene observa­ ciones bastante acertadas F. de B e er , La conversion de Saint François selon Tho­ mas de Celano, Paris 1963, 96-102). 8. En este sentido nos parece exacta la afirmación del capuchino holandés M. Van Dijk: «De là une affirmation souvent répétée: il n’y a pas dans la Saint Eglise d’Ordre religieux plus obéissant au Saint Siège que l’Ordre franciscain. Il est bon au contraire de se rendre compte que le plus grand service que les franciscains ont rendu au Saint Siège a peut-etre été de savoir le contester... Si, sur le plan mystique, nous dirons que c’est l’accord de deux esprits politiques, l’un de respect de l’autorité constituée, l’autre de respect de l’independance d’esprit vis-a-vis de l’autorité. Je crois pouvoir affirmer que là est contenu tout le caractère de la contestation franciscaine dans l’Eglise: refuser toute attitude de l’autorité que irait à l’encontre de l’idéal reçu, à l’encontre du bien commun prope de la société particulière qu’est l’Ordre religieux, et à travers lui jusq’à un certain point (en tant que sa misión est publique) du bien commun de toute l’Eglise» (Le franciscanisme comme contestation permanente dans l'Eglise, en Etu­ des Franciscaines 20 (1970) 7).

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz