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88 MIGUEL G. ESTRADA ció III con entusiasmo, pero, a la vez, con una cierta frialdad ante la petición de San Francisco; se contentó con aprobar la Regla de vida franciscana de palabra, autorizando a San Francisco a que la pusieran en práctica él y sus compañeros, pero no quiso comprometerse dando a aquel modo singular de vida su aprobación oficial y por escrito. Las palabras con las que definitivamente clausuró el papa aquella entrevis­ ta con el carisma franciscano fueron éstas: «Luego lo abrazó y le aprobó la Regla que había escrito. Le dio también licencia, lo mismo que a sus hermanos, para predicar la peni­ tencia en todo el mundo» 64. Y así termina el primer encuentro entre San Francisco y el papa. Desde luego que tuvo mucho de decisivo y por eso lo hemos tratado aquí extensamente. No sólo porque desde ahora, y siquiera sea res­ paldado por algo tan frágil como es la mera palabra humana, va a poder ponerse en marcha la Orden franciscana, aquel grupo de pione­ ros de una nueva vida todavía sin bautizar. Es que, además, San Fran­ cisco va ya a quedar afectado muy en lo hondo para siempre por la impresión que llevará de la curia romana en esta entrevista 65. Desde ambos puntos de vista el viaje a Roma de San Francisco en el invierno de 1209, y su encuentro con Inocencio III, fue algo especialmente importante. Pero comprimamos en unas pocas ideas cómo fue vivida aquella entrevista por los dos protagonistas de la misma. Me parece que, después de la exposición que precede, interesa subrayar los diver­ sos rounds por los que pasó esa especie de match carisma franciscano- institución papal. Ver, por ejemplo, cómo evolucionó la postura de Inocencio III puede ayudar a calibrar mejor las dificultades que tuvo que salvar la forma franciscana de vida para abrirse camino — ¡para imponerse!—, en su encuentro forzoso con la institución eclesiástica en su más alta expresión. No fue ni fácil ni cómodo para San Fran­ cisco, un hombre psicológicamente incapaz de politiqueos curiales y manejos de gobierno, aquel someter lo que él había visto claro ante Dios al análisis frío de Inocencio III. Tampoco fue fácil ni cómodo para el papa Inocencio III, político frío por gobernante responsable, 64. Ibid. 65. Porque es muy importante, reincidamos en esto: cabe pensar, a la luz del comportamiento que posteriormente va a adoptar ante la Santa Sede para el resto de su vida, que San Francisco sufrió en su primera entrevista con el papa una fuerte desilusión ante las dificultades que Inocencio III ponía a su proyecto de vida. En lo futuro San Francisco seguirá siendo hijo fiel pero un tanto escaldado de la Iglesia jerárquica.

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