PS_NyG_1982v029n001p0041_00990410

SAN FRANCISCO Y LA JERARQUÍA ECLESIÁSTICA 69 ción con los primitivos deseos y los deseos más puros de San Fran­ cisco— de la Regla definitiva franciscana. Los pocos datos de que disponemos sobre el particular son demasiado imprecisos para que podamos formular una tesis con garantías suficientes de acierto. Pero podemos afirmar, con una certeza completa, que el cardenal Hugolino intervino activa y eficazmente en la redacción definitiva de la Regla de San Francisco. El mismo cardenal, nombrado ya papa, lo dirá clara­ mente: «por la gran amistad que el mismo Confesor (San Francisco) tuvo con nuestra persona, y le asesoramos en la redacción de la citada Regla» 37. Así, pues, el cardenal Hugolino tuvo entre sus manos el ma­ nuscrito de la Regla e intervino en su redacción definitiva. Pero, insistamos en la pregunta: ¿hasta dónde impuso su criterio a San Francisco en la redacción de la Regla? 38. Y repitamos que es imposible hacer un cálculo aproximativo sobre la influencia del carde­ nal Hugolino en esa redacción. No obstante quizás quepa aquí este juicio valorativo general: «Entre los puntos de vista del prudente cardenal y los del fervo­ roso Fundador hay, sin embargo, una diferencia importante. Hugolino se esforzaba en poner de acuerdo las miras entusiastas del santo y las consideraciones prácticas de los Ministros. Sabía y comprendía que el plan de San Francisco respondía eficazmente a las necesidades de la Iglesia y del pueblo; pero este plan no le parecía completo, o al menos le parecía susceptible de mayor desarrollo, haciendo así más fecundo el ideal franciscano» 39. Cierto que el P. Graden de París no se refiere aquí directamente al papel del cardenal Hugolino en la redacción de la Regla franciscana. Pero cabe decir, y así opinan la mayor parte de los especialistas en franciscanismo, que es razonable y verosímil la aplicación: también en la Regla se ve la mano curial, leguleya y acomodaticia del cardenal Hugolino. Me parece que son aplicables al tema de la intervención del carde­ nal Hugolino en la redacción de la Regla, aquellas palabras llenas de contenido de Celano: «E l bienaventurado Padre disponía las cosas necesarias, pero era el hábil señor [el cardenal Hugolino] quien hacía 37. G r e g o r io IX, Quo elongati , 28-9-1230. 38. Sobre este tema nos parece bastante sensato y objetivo lo que escribe L. I r ia r t e , en su artículo, Lo que S. Francisco hubiera querido decir en la Regla r, en Estudios Franciscanos 77 (1976) 375-391. 39. G r a t ie n d e P a r ís , o. c., 82.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz