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68 MIGUEL G. ESTRADA ron todo a lo largo de los años fieles al intento de imponer su criterio sobre lo que debía ser la Orden franciscana en materia de privilegios. San Francisco insistió hasta la saciedad, y por todos los medios de que disponía como fundador, en salvaguardar la minoridad de su carisma. E l cardenal Hugolino en esta materia se quedó en un « sí... pero»; estar sometido sí, pero no siempre ni a todos. ¿Más casos de disparidad de criterios carisma franciscano-cardenal Hugolino? Citemos ya sólo una interferencia del cardenal Hugolino en la expresión escrita del modo de vida franciscano de especial signi­ ficado. Me refiero en concreto al papel del cardenal Hugolino a la hora de limar expresiones y matices en la Regla definitiva de 1223. San Francisco se decide en 1223 a dejar plasmado por escrito su ideal sobre lo que debe ser la manera de vida franciscana de una vez por todas. Los problemas graves surgidos en el interior de la Orden y sus achaques, anunciadores de un fin próximo, mueven a San Francisco a esta determinación: escribir una Regla que resumiera lo mejor posi­ ble su pensamiento sobre lo que debía ser la vida religiosa para los que en el futuro quisieran seguirle. ¿Logró San Francisco con esa Regla el comprimido ideal de franciscanismo queintentaba? La res­ puesta a esta pregunta del gran especialista en temática franciscana que es el P. Gratien de París es así de firme y tajante: «No puede decirse que entre las dos Reglas, de 1221 y 1223, existieran en rea­ lidad diferencias esenciales. Sin embargo, la segunda Regla no repro­ duce las intenciones del Fundador en su integridad, y con toda la vivacidad que en ella hubiera querido reflejar, lo cual, como hemos visto, debe achacarse a la supresión de algunas citas del santo Evan­ gelio que expresaban con precisión su ideal» 26. Pero, entonces, ¿quién tuvo la culpa de ese fracaso parcial, de esa falta de fidelidad? ¿Por qué a la hora de escribir una Regla no pudo San Francisco expresar con toda nitidez su mensaje religioso? Reduciendo el ámbito de la pregunta a nuestro propósito: ¿qué parte tuvo el cardenal Hugolino, si es que tuvo alguna, en ese fracaso de San Francisco? Son preguntas importantes pero que no sólo resultan difíciles sino imposibles de contestar. No podemos, con los datos de que disponemos, determinar la parte de responsabilidad que le cupo al cardenal Hugolino en la redacción amputada — amputada en rela- 36. Historia de lei Fundación y Evolución de la Orden de Frailes Menores en el siglo X III, Buenos Aires 1947, 113.

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