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62 MIGUEL G. ESTRADA fuertemente atraído por la santidad extraordinaria y la sencillez de San Francisco 29. Ambos se admiraban y se querían mutuamente. Y , recordando esa amistad, como ambiente que va a envolver las relaciones de los dos hombres, pasemos ya a enumerar algunos puntos de fricción, aquellos aspectos del modo de vida franciscana que San Francisco y el cardenal Hugolino entendían de forma distinta. 2.2.4. San Francisco y Hugolino fren te a frente Acabamos de decir que el cardenal Hugolino sentía una entrañable y sincera amistad por San Francisco. Pues bien, fue precisamente el cardenal Hugolino el que tendió una trampa sutil a su amigo el Santo de Asís. Describámosla. A l fondo de la escena de la tentación estaba la decisión firme de la Santa Sede de oponerse a la aparición de nuevas Ordenes religiosas y lograr la unión de las ya existentes, al menos en p arte30. Ya hemos aludido a este tema, y volveremos a hacerlo más tarde, que preocupaba mucho en las altas esferas eclesiás­ ticas. San Francisco es- ahora objeto «diplomático» de ese interés de la Iglesia jerárquica por ver disminuir el número de instituciones religiosas. Y es el cardenal Hugolino el que en esta ocasión intenta hacer valer el criterio de la Curia Romana cerca de San Francisco. El cardenal proyectó una entrevista entre los dos novísimos fundado­ res San Francisco y Santo Domingo, que se encontraban entonces lan­ zados a la tarea de echar a andar a sus respectivas fraternidades. Santo Domingo parece que entró fácilmente en el juego curial, que se dejó convencer con relativa facilidad por la dialéctica envolvente del car­ denal. Y hasta se prestó a los manejos del purpurado haciendo de intermediario ante San Francisco; sería él, Santo Domingo, el que propondría como suya la idea de una fusión entre los seguidores de San Francisco y los suyos. El cardenal Hugolino sería sólo el testigo cualificado de aquella unión. Las palabras con las que Santo Domingo abordó el tema de la unificación fueron éstas: «Desearía, hermano, Francisco, que nuestras órdenes se fusionaran en una sola y nosotros viviéramos en la Iglesia la misma forma de vida» 31. 29. He aquí un texto delicioso a este respecto: «cuanto el bienaventurado varón decía o hacía, lo encontraba bien, y con sólo su presencia se sentía mu­ chas veces conmovido» (T omás de C elano , Vida primera, 101). 30. Esta decisión se hizo firme en el Concilio de Lion de 1215. 31. Espejo de perfección, 43.

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