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60 MIGUEL G. ESTRADA tenía más que el nombre25. Ambas opiniones parecen desorbitadas. Ninguna de esas posturas extremas parece que sea cierta. La influencia de Hugolino fue evidentemente muy grande, pero no llegó hasta esos límites; él no fue ni el salvador ni el destructor de la clave francis­ cana de vida evangélica, fue solamente un personaje muy influyente en el desarrollo y formulación del novísimo modo de vida encarnado por San Francisco. 2.2.2. Personalidad del cardenal Hugolino Ahora bien, ¿cómo era aquel hombre que tantas veces va a apa­ recer en los pasos primeros del carisma franciscano? Desde luego el cardenal Hugolino fue una rica y compleja personalidad; los trabajos que emprende ya de cardenal pero, sobre todo, cuando llegue a papa con el nombre de Gregorio IX, lo prueban suficientemente. Vamos a recordar aquí solamente un aspecto de su rica y polifacética persona­ lidad. El cardenal Hugolino fue un hombre temperamentalmente vio­ lento que, especialmente en su juventud, a duras penas lograba domi­ narse 26. Hasta en las actividades que emprende ya de muy anciano se muestra como un hombre inflexible, lleno de vitalidad interior. Pero, al mismo tiempo que violento y duro, el cardenal Hugolino fue extremadamente afectuoso. En sus relaciones con San Francisco y con Santa Clara, a pesar de que sus puntos de vista no fueron siempre idénticos, aparece su inclinación al afecto y a la amistad. El cardenal Hugolino fue, como es frecuente en este tipo de temperamentos, una mezcla rica de inflexibilidad y dulzura, de violencia y amistad, de cálculo e intuición. Y con un hombre así, cardenal de la Iglesia, un tanto eminencia gris de los papas Inocencio III y Honorio III, perito en todos los resortes del gobierno, encargado especial de velar por la incipiente forma de vida franciscana, y finalmente él mismo papa, se tuvo San Francisco que sentar a examinar la viabilidad o inviabi- lidad del carisma franciscano. 2.2.3. Amistad entre San Francisco y Hugolino Pero digamos que las relaciones San Francisco-cardenal Hugolino fueron las que corresponde a dos buenos amigos. Desde luego que 25. Así, entre otros, P. S a b a t e r , Vie de Saint François d}A ssise, Paris 1931, 199 ss. Una página bastante densa sobre los defensores de esta teoría se puede encontrar en O . E n g le b e r t , o . c ., 275. 26. Cf. Acta sanctorum, junii, t. V, 577.

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