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sin ser injustos. Sólo que el obispo geniudo no sabía con quién se las tenía que ver. Cualquier hombre corriente, tras la contestación del obispo, se hubiera marchado a otro sitio y así hubiera quedado zanjado el intento de predicación. Pero San Francisco era en todo especial, y casi siempre imprevisible en sus reacciones, sobre todo si esas reacciones eran necesarias para salvar su carisma. Tras la negativa del obispo San Francisco salió del palacio episcopal. Pero no se fue muy lejos. Conocedor de la psicología humana esperó un tiempo pru­ dencial, el tiempo suficiente que él juzgó necesario para que al obispo se le pasara su mal humor y para que se calmara. Y de nuevo —pa­ sada una hora, concreta Tomás de Celano— se volvió a presencia del obispo a reincidir en solicitar su permiso para poder predicar. Y dice San Buenaventura que, impresionado el prelado por la humildad del santo, no sólo autorizó lo que le pedía para una circunstancia con­ creta sino que fue pródigo en su concesión. He aquí las palabras del obispo, según San Buenaventura: «Tú y todos tus hermanos tenéis en adelante licencia general para predicar en mi diócesis, pues bien se merece esta concesión tu santa humildad» 17. La escena, por tanto, terminó en paz. Y, lo que era realmente importante para San Francisco, su carisma de minoridad quedaba a salvo; en adelante, y en Imola al menos, él y sus Frailes Menores podrían seguir siendo «menores» sin imponer su voluntad a nadie y menos a un obispo. El encuentro carisma franciscano-jerarquía ecle­ siástica tenía, una vez más, un final feliz, feliz para San Francisco. 2. S a n F r a n c i s c o a n t e l o s c a r d e n a l e s 2.0. Carismas diferentes Pero en la Iglesia, además de los obispos residenciales o no resi­ denciales, están los cardenales. Ellos son, en el escalafón de autorida­ des eclesiásticas, algo muy importante; los cardenales asesoran al papa y resuelven directamente también muchos asuntos intraeclesiales. No vamos a hacer aquí una historia detenida del cardenalato católico. Indiquemos sólo que en el siglo xm era ya una institución muy im- SAN FRANCISCO Y LA JERARQUÍA ECLESIÁSTICA 53 17. Ibid.

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