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encajó la salida de San Francisco con elegancia y hasta con edificación: «Al obispo agradó sobremanera la respuesta del varón de Dios» 15. Pero sea lo que fuere de la hipotética intención recriminadora que pusiese San Francisco en sus palabras, lo cierto es que existe en ellas una decidida intención de llevar adelante las extremadas exigen­ cias de pobreza de su carisma. En el encuentro carisma franciscano- obispo de Asís no se da oposición manifiesta pero sí distintos puntos de vista. Sólo que San Francisco no admite en absoluto el criterio de su prelado. Para el Santo las cosas son así de claras: a pesar de los temores del obispo Guido los frailes seguidores de San Francisco van a continuar siendo pobres, pobres totales, que confían solamente en el Padre que está en los cielos, y que viven sin tener posesión alguna. E insistamos, enhonor a la verdad, que el obispo, aun cuando no estuviera de acuerdo con aquel modo de interpretar la vida, encajó los hechos con elegancia y hasta con altura de miras; por lo menos externamente. Así quedaba superada la primera dificultad con la que se encontró el modo franciscano de vida frente a la jerarquía ecle­ siástica. 1.2. San Francisco y el obispo de Imola Pero la pobreza sólo es una vertiente de aquella faceta más uni­ versal del carisma franciscano que llamamos minoridad. Y esta mino­ ridad, además de su manifestación en pobreza, se proyectaba, según la mente de San Francisco, de formas muy varias. Así, por ejemplo, en virtud de esa minoridad los frailes debían huir de todo privilegio, también de todo privilegio clerical. Los frailes debían ser «menores», según el sentido primero de la palabra, huir no sólo de las dignidades eclesiásticas sino de todo lo que tuviera visos de privilegio. Los frailes de entonces — los monjes— , precisamente luchaban con tenacidad por obtener privilegios, por ejemplo, por obtener el privilegio de predicar sin pedir autorización a los ordinarios del lugar, a los obispos resi­ denciales. San Francisco rechazó desde el primer momento y de forma contundente aquel posible privilegio que convertiría a sus Frailes Me­ nores en respetables clérigos, a fin de que sus frailes se conservaran en lo que eran: «menores», los últimos, hombres sin importancia, pobres y humildes. El poseer privilegios era, según la mente de San SAN FRANCISCO Y LA JERARQUÍA ECLESIÁSTICA 51 15. Ibid.

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