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LA PRIMERA ORACIÓN DE SAN FRANCISCO 39 Por el contrario, para dar expresión al dolor acuciante del poeta, Bécquer tendrá que comenzar con ritmo anapéstico (trímetro acen­ tual ascendente): «Del salón en el ángulo oscuro»; y revela su obse­ sión desesperada y corrosiva con anapestos ascendentes: «Volverán las oscuras golondrinas». Estos cánones estéticos se encuentran encerra­ dos en el lenguaje corriente y en la esencia de la humana. Pero los genios, como Francisco, los sienten y los descubren por su sensi­ bilidad excepcional y por sus intuiciones geniales. Sobre todo en poe­ sía la primera palabra imprime carácter; marca el tono de la canción. d) El Domine del verso 4, correspondiente al Deus inicial, comu­ nica calor a esta pensada plegaria. Cierto que aquí Francisco es menos exaltado y barroco, porque, iniciándose ahora su conversión, se en­ cuentra menos férvido y caliente. No deja de extrañar el juicio que emite Cambell sobre esta oración, admitiendo que está bien cons­ truida: «parece muy escolástica y muy fría» (citado por KE 361). Yo diría que es la más teológica de las plegarias de Francisco, pero, a la vez, muy sentida. e) Es serena y solemne, con emotividad mesurada, sintonizando con la imagen bizantina del Crucificado que preside el arco toral de San Damián, a quien la dirige. El cuadro ostenta una simetría perfec­ ta en todos los pormenores, hasta en los tres bucles descendientes a cada lado de la cabeza. La simetría es visión de paz y sosiego. Isidoro R od ríg u ez

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