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LA PRIMERA ORACIÓN DE SAN FRANCISCO 33 b) El orden de las palabras en la frase forma porcentaje del pen­ samiento del autor, sobre todo en el aspecto emocional y psíquico. La posición normal del adj. es antes que el sustantivo. En inglés y en alemán tiene que ir siempre así, con lo que se coercen inmensa­ mente las posibilidades noéticas, estilísticas y emocionales del escritor. c) Francisco procede reiteradamente por binarios en su exposición: dos adj., dos v., etc., más o menos sinónimos. Este fenómeno es fre­ cuente en la liturgia (basta con repasar el canon romano), de donde lo asimila Francisco. Generalmente, se forma ampliación. En ésta, de ordinario, el segundo miembro es más importante (ampliación ascen­ dente). Arranca de Homero (especialmente con verbos) y gusta mucho de ella Demóstenes. Aquí tenemos tres binarios: en el 1.° (Summe, gloriose) y en el último (sanctum et verax) hay ampliación descendente, pues sumo y santo son más que su acompañante. En el binario sensum et\ cognifáo - nem la ampliación es ascendente, puesto que, mientras el primero solo figuradamente es «juicio, discernimiento», cognitio es plenamente inte- lectualista, ya en su sentido propio. La ampliación indica insistencia y énfasis en una idea. d) Los epítetos son la piedra de toque del buen escritor. Fran­ cisco se muestra sobrio en esta ocasión: dos para Dios, dos para su mandamiento, uno para cada virtud teologal. Los ha pensado mucho, por lo que son acertados y originales, como hemos visto. e) Notables son los que acompañan a las virtudes teologales. La fe debe ser recta, es decir, ortodoxa (eso significa la expresión griega), estando de acuerdo con el magisterio eclesiástico, por lo que equivale a fe católica, como él dice en cuatro pasajes. La esperanza comporta una actitud psicológica nada fácil. Por eso quiere que sea cierta , sin titubeos. La caridad es perfecta, si ama plenamente a Dios y por él al prójimo. Entonces es acabada, cumplida y completa, que es lo que significa perfecta: totalmente hecha, según su etim. f) Francisco quiere que se piense en los tres epítetos de las virtu­ des teologales y por ello los ha realzado colocándolos predicativamente. Si los hubiera puesto delante (rectam fidem...), tendrían valor atribu­ tivo, serían unas atribuciones de esas virtudes; así son predicamentos, afirmaciones públicas. Pero todavía ha acentuado su relieve por medio de la rima entre los tres, además de ser esto un procedimiento mnemo- técnico, dando importancia no a una fe cualquiera, sino a la fe recta, etc. Puesto que Ambrosio era muy leído, es posible que Francisco 3

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