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18 ISIDORO RODRÍGUEZ dad a la Iglesia {Jn 16, 13), se relaciona más con él el léxico lumi- nario (PIERRE 36 s.; PFLIEGER 296 s.; BLAISE Voc. 59). T e n e b r a s a) Vocablo conocido desde Ennio y Plauto (WALDE II 664). En conexión etim. con el adv. temere, lit. «a ciegas» significa «tinieblas, sombra», más fuerte que obscuritas. Aquí se emplea tropológicamente (ERME 1200, 1206; HEI 587; LEW 1853). b) Litúrgicamente aparece cuatro veces en el Sacramentado Leo- niano, siempre en antítesis con la luz (BRUYLANTS 645); y cinco en el Missale Romanum, donde se menciona mentís nostrae tenebras (Dom. III Adv. Or.) y tenebras coráis et mentís, como Francisco (Ben. Cerei Pasch.) (PFLIEGER 677; GREG, núm. 18, 1; cf. p. 140, menciona la ceguera del corazón y la infusión de la luz en el mismo. Chocante que en el Missale Francorum (ed. L. Cunibert Mohlberg, Roma 1957) se pida a Dios que «ilumine los ojos de su misericordia»). CORDIS a) Por conservar el sabor del original he vertido coráis por cora­ zón. Pero aquí el contexto impone el sentido de entenáimíento, pen­ samiento, mente, juicio. No se ilumina el corazón, sino la inteligencia. De hecho el texto latino, que trae Wadingo, habla de las «tenebras mentis meae». La razón de este matiz intelectivo es que en la anti­ güedad — tanto en el mundo oriental y hebreo como en el griego— no se especificaba con precisión la función de los órganos somáticos (B. S n e l l , Die Enfáeckung áes Geistes, Hamburg 1955, 22 s.). En Homero muchas veces es sede de sentimientos y pasiones, así como de la inteligencia. En II. 21, 441 se dice: «tienes un corazón demente» (ovouv, insensato, necio). b) En sentido propio es el corazón, como órgano anatómico, fuen­ te de la circulación de la sangre y así de la vida. Etim. está empa­ rentado con el gr. xf¡p y xapSta, que proceden de la raíz indoeuropea kerá. Se comprueba en latín desde Livio Andrónico (LEW 468; WALDE I 271; ERME 253 s.; cf. BOISACQ 412; CHANTRAINE s. v. 497 s.; FRISK I 787 s.; HOF 133). Tropológicamente el cora­ zón, cor es: