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LA PRIMERA ORACIÓN DE SAN FRANCISCO 17 ad Herennium, s. i a. C. (WALDE I 832). Illumino en Cicerón es volver luminoso — sentido apto para este pasaje— como en 2 Tim 1, 10 y en T e rtu lian o (Apol. 4), quien, en sentido fig., habla de iIluminare tenebras. Es asimismo «iluminar por la gracia de Dios» — lo que cuadra bien aquí— como en Prudencio, Cath. 1, 55; Agustín , Solil. 1 , 6, 12, etc. y E f 1 , 18 illuminat.os oculos coráis (BLAISE Dict. 405, 811). En este último texto se apoya Francisco, combinándolo con Is 9, 2; con 2 Cor 6, 14; con tenebras coráis ei mentis (Vigilia Pasch. Ben. cerei); con mentís nostrae tenebras (Dom. III Adv. Or.); acaso con A gustín {Peccat. mer. 1, 36, 67) tenebras mentis, y con León Magno (Serm. 12, 1) tenebras iniquitatis. Aunque su punto de partida es la lucha de la luz con las tinieblas en el pró­ logo del IV Evangelio y en Jn 3, 19. Este v., raro en los escritores clásicos, es frecuente en lat. cris­ tiano, medieval y litúrgico. Puede significar, además de su sentido obvio de «iluminar, alumbrar», hacer ver, significado que se encuentra en textos medievales, tanto en sentido propio (hacer ver a un ciego), como en el título de la oda 20 de Metello de Tegernsee (cf. K. L an - go sch , Mittellateinische Stuáien uná Texte, Koln 1965, I, 231, «de ceco... illuminato»), como en el fig., lo que parece convenir en nues­ tro caso (NIER 509). Basándose en TLL, VII 391, PIERRE 36 pun­ tualiza otro concepto cristiano de iIluminare: «convertir, dar conoci­ miento sobrenatural», lo que también se adecúa con esta oración del principio de la conversión de Francisco. Illuminare y su familia verbal juega un papel importante en la con­ cepción lumínica del bautismo, ya desde NT, y en otros aspectos de la vida cristiana. Sobre el tema apasionante de la luz en la liturgia puede verse Santiago A g r e l o , OFM, Algunos preceáentes culturales de la simbología cristiana de la luz, en Antonianum 47 (1972) 96-121; Id., E l tema bíblico de la luz, en Antonianum 50 (1975) 353-417; Id., La simbología de la luz en el sacramentario veronense, en Anto­ nianum 50 (1975) 5-123. Francisco conoce plenamente pasajes en que rivalizan luz y tinieblas en ambos Testamentos (por ej., Sal 17, 29; cf. E f 1 , 18; Le 1 , 79; 1 Cor 4, 5), de donde toma este verbo. La lucha luz y tinieblas es de origen iranio o persa, donde incluso, se personifican divinizándolas {luz, Ormuz, dios bueno; tinieblas, Ahri- man, dios malo). b) En el estilo litúrgico illuminare se predica de Dios y de Cristo, pero, como el Espíritu Santo tiene la misión de enseñar toda la ver- 2

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