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476 MAXIMILIANO FARTOS MARTÍNEZ 2 . S o b r e l a s v e r d a d e s m a t e m á t ic a s Reproducimos ahora el texto de las Confesiones correspondiente al Lib. X, cap. XII, 19: «Item continet memoria numerorum dimensionumque radones et leges innumerabiles, quarum nullam corporis sensus impressit, quia neo ipsae coloratae sunt aut sonant aut olent aut gustatae contractatae sunt. Audi- vi sonos verborum, quibus significantur, cum de his disseritur, sed illi alii, istae autem aliae sunt. Nam illi aliter graece, aliter latine sonant, istae vero nec graecae nec latinae sunt nec aliud eloquiorum genus. Vidi lineas fabrorum vel etiam tenuissimas, sicut filum araneae; sed illae aliae sunt, non sunt imagines earum, quas mihi nuntiavit carnis oculus; novit eas quisquis sine ulla cogitatione qualiscumque corporis intus agnovit eas. Sensi etiam números omnibus corporis sensibus, quos numeramus, sed illi alii sunt, quibus numeramus, nec imagines istorum sunt et ideo valde sunt. Rideat me ista dicentem, qui non eos videt, et ego doleam ridentem me». A la manera como en el texto anteriormente comentado, San Agustín no aludía a Aristóteles, tampoco ahora encontramos referencia alguna a Platón o Plotino. Pero a nadie se le oculta que nos hallamos ante un texto diáfanamente referido a la teoría de las ideas. Aquí las sombras (y la caverna) son las distintas lenguas, las líneas trazadas por los arquitectos, aunque sean tenues como un hilo de araña, o los números (símbolos) que numeramos. Estas tres cosas per tenecen al mundo de lo que nace (y perece). En cambio las ideas (el reino de la luz) son las leyes infinitas de los números y las dimensio nes, las líneas intuidas intelectualmente, o los números con que nume ramos. Estas tres cosas pertenecen al mundo de lo que es (parmenídeo e inmutable). En De la mem. y de la reminis. decía Aristóteles que el geómetra necesita imágenes para pensar en el tiempo lo que está fuera del tiempo. Tanto para San Agustín como para Platón (ver libros VI y VII de la República, y su ejemplar autocrítica en el Parménides) una cosa es la constatación de la necesidad de esos dos mundos, el sensible y el inteligible, y otra muy distinta el problema del enlace de uno y otro (el paso «de la vista de lo que nace a la contemplación de lo que es», dice Platón), problema trifurcado en las vertientes ontologica,
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