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484 MAXIMILIANO FARTOS MARTÍNEZ Si el arte y la ciencia pudieran pronunciarse teológicamente, aquél sería politeísta y ésta monoteísta. Creo que algo de esto rondaba la cabeza del joven Hegel, aunque lo expresaba de otra manera. Y creo que esto puede contar con el refrendo de una frase feliz que anda por las últimas páginas de la Crítica del juicio y que puede resumirse así: el temor hizo dioses, la razón hizo Dios. Con la salvedad de que, a nuestro juicio, en la palabra «temor», además del temor propiamente dicho, habría que englobar, naturalmente, muchas cosas más. Y advir tiendo también que Kant se estaba refiriendo en ese momento a la razón en cuanto guiada por sus principios morales 12. Es obvio que aquella característica de «futurizo» le adviene al hombre de la imaginación y la inteligencia. Será, sin duda, en un doble juego de estas facultades donde habrá que buscar el anillaje entre la poesía y la lógica, el arte y la ciencia. Creo que como mejor queda recogido el espíritu kantiano sobre el tema es proponiendo sim plemente que, mientras la ciencia se genera por la imaginación al servicio de la inteligencia, el arte se alimenta de la inteligencia al servicio de la imaginación. Si nos hubiéramos propuesto relacionar las tres esferas de la cul tura, ahora tendríamos que ocuparnos de la moral y su relación con el arte y la ciencia. No vamos a hacerlo. Sólo insinuar que la técnica debería fijarse como cometido (utópico sin duda) posibilitar hasta dón de le fuera posible la satisfacción en el tiempo de las aspiraciones expresadas en el arte; y la moral, enseñarnos la verdadera vía para hacernos dignos de la eternidad de las ideas (hacernos dignos de per- tener a la familia de las Ideas). 5 . C o n c l u sió n Basta fijarse en algunos textos importantes de un gran pensador para comprobar que, insensiblemente, nos remiten a los de otros gran des filósofos. En nuestro caso tres pasajes muy agudos de San Agustín nos han llevado a hablar de muchos filósofos y especialmente de la 12. El pasaje de Kant es el siguiente: «Con todo esto no se quiere decir aquí más que lo siguiente: que si bien el temor ha podido producir primero dioses (demonios), la razón, en cambio, por medio de sus principios morales, ha podido producir la primera el concepto de Dios» (Crítica del juicio, trad. Manuel G. Morente, Madrid, Librería General Victoriano Suárez 1958, 627).
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