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Mundos posibles y mundos necesarios Sugerencias en torno a tres pasajes de las Confesiones de San Agustín I n t r o d u c c ió n Quiero comenzar esta pequeña colaboración, poniendo en letra de imprenta lo que desde hace algún tiempo vengo repitiendo a los alum­ nos: que el éxito de los gurús entre los occidentales coincide curiosa­ mente con el olvido suicida de sus raíces greco-romanas. Tal vez esté decreciendo ya aquella propensión «natural» a maravillarse, en que cifraba Aristóteles el origen de todo saber, y ciertamente no se está incrementando aquella otra capacidad para el diálogo entre interlocu­ tores no acuartelados, sino entre amigos, donde las preguntas y las respuestas no son dictadas por la envidia ni por ningún otro tipo de intereses bastardos. El tipo de diálogo que imaginaba Platón, como escala apropiada para alcanzar toda posible clarificación. Para colmo los nuevos neófitos dicen entregarse, como compensación, a la medita­ ción trascendental. Pero esta palabra debería ser en Occidente poco menos que sagrada después de Kant. Pienso que algo parecido puede decirse respecto de la otra raíz de Occidente: la judeo-cristiana. Vamos a resaltar tres textos agustinianos, que considero plenamente vigentes. Pertenecen a las Confesiones y tienen que ver con tópicos importantes de Aristóteles, Platón y Kant. Nos referimos a las refle­ xiones concernientes a los espectáculos teatrales, a las verdades mate­ máticas y a la naturaleza del tiempo. Prescindimos (por considerarlos suficientemente estudiados) de aquellos pasajes famosos de los Soliloquios, Contra los Académicos, De Trinitate, etc., en que San Agustín se anticipa a la doctrina cartesiana

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