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NATURALEZA Y GRACIA DEL MINISTERIO SACERDOTAL 455 0.4. Cuestión de identidad y calidad, ante todo: identidad con aquello único que Dios quiere aquí y ahora, en estos kilómetros de la historia de la salvación que la Iglesia está recorriendo ahora en el mundo actual; se trata de creer y evangelizar hoy, de responder en forma adecuada a las exigencias y problemas del mundo de hoy, del hombre de nuestro tiempo. La afirmación anterior: «mucho se puede hacer hoy en la Iglesia de Jesucristo» no quiere decir que «todo»: también esto hay que decirlo abiertamente y desde un principio para evitar triunfalismos y frustraciones de quienes quisieran aplicar a la obra de la evangelización los mismos criterios efectistas del mundo de la ciencia y del progreso material. Ni estos idealismos ni aquellas frus­ traciones son cristianos. 0.5. Ser sacerdotes en el mundo actual : un mundo que, como hemos dicho anteriormente, está en profunda crisis, no sólo religiosa, sino también social, cultural, económica, etc.; un mundo que tiene dificultades para percibir lo no verificable por las ciencias positivas de experimentación, es decir, para los valores morales y espirituales; que tiene proyectos de vida casi exclusivamente intramundanos, «de tejas abajo» y se pregunta (ni siquiera se pregunta): ¿Dónde está la trascen­ dencia? ¿Existe el más allá? Un mundo en el que existen materialismos de un signo y de otro (por ejemplo, marxistas y capitalistas); un mundo secularizado, sin saber qué hacer en la encrucijada de enfocar la vida con fe o sin ella y esto en temas tan importantes como el dinero, el sexo y la política. Ante todo, la pregunta fundamental para el sacerdote en relación con el mundo actual será: ¿Cómo ofrecer el paso desde lo cuantitativo (tener más, disfrutar más, mandar más...) a lo cualita­ tivo: ser persona, ser cristiano? 0.6. Ser sacerdote en la Iglesia actual, donde hay, tiene que haber corresponsabilidad con los demás miembros del pueblo de Dios, segla­ res y religiosos, sin confusión de naturalezas, desde luego, pero con soli­ daridad comunitaria, no sólo eclesial sino para con toda la gran familia humana: una Iglesia cuya pureza de identidad no le resta en nada la apertura al mundo; para hablar en términos conciliares, la Lumen gen - tium no se opone a la Gaudium et spes (identidad y misión no se rela­ cionan entre sí como algo estático a algo dinámico). Se trata, pues, de edificar y consolidar unas comunidades eclesiales (pequeñas y grandes) cuya identidad es la de ser comunidad de fe y caridad, dando cabida en ella, «gustosamente» a los muchos y variados carismas y ministerios que

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