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452 JOSE LUIS LARRABE 1.12. El sacerdocio es carisma de comunidad en la fraternidad, no una superioridad «personal» sobre los demás, mucho menos dominio y sujeción. No, pues, para servidumbre, sino para formar comu nidad en clima de libertad en la fraternidad. Conclusión: «Los que presiden deben dedicarse a la salud de los demás, no a la propia utilidad» (S. T o m a s , In IV S d. 24, q. 1, a. 1, qla 1 ad 1). II HACIA NUEVOS HORIZONTES DEL FUTURO SACERDOTAL 2.1. fom en tar las vocaciones sa cerd ota les : ¿cómo? En las mismas coordenadas: eclesial y pneumatológica, es decir, desde las comu nidades y como don del Espíritu que nos da profetas, sacerdotes y otros ministerios a su debido tiempo y modo. Y arraiga en la intimidad de la personalidad: el carácter es carisma totalizante de toda la persona del sacerdote y para toda la vida. Vocación y especialización para los diversos ambientes y edades: enfermos, niños, adultos. 2.2. Vocación para asumir plenamente la causa de J e sú s : si todo cris tiano, máxime el sacerdote desde su misión concreta y específica. Jesús, determinante de todo lo que se es y de lo que hacemos. 2.3. ¿Dónde hay que poner el acento h oy? En la vida cristiana de los seguidores de Cristo; y para ello, en la evangelización y co munidad: sólo así se revalorizarán el culto y los sacramentos. Pero antes hay que preguntarse para responder afirmativamente: ¿Es posible vivir la fe hoy? ¿Es posible trasmitirla? ¿Cómo? El acento hay que ponerlo en la solidaridad con los más pobres. Abrir estos horizontes a la juventud. 2.4. Oración y contemplación. Para que sea verdad lo de que Dios está con nosotros y nosotros con Dios: el sacerdote necesita también —él el primero— encontrarse con Dios, con Jesucristo, consigo mismo: dedicar tiempo a la oración. Una comunicación de los misterios de Dios sin antes haberlos contemplado él mis mo, él el primero, termina siendo una profesión, más que ejer cicio de una vocación de Dios. 2.5. La fraternidad humana : tomado de entre los hombres el sacerdo te es puesto a favor de los hombres: eso sí, para dar al hombre y al mundo una dirección fundamental hacia Dios.
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