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NATURALEZA Y GRACIA DEL MINISTERIO SACERDOTAL 469 de la crisis y dificultades] las celebraciones del día del Señor son in­ trínsecamente necesarias» 23. 2.11. Y del contacto personal : para esto hay que merecer la con­ fianza de las personas, confianza que no se pide y exige en virtud de un cargo, sino que se ha de merecer a raíz de un comportamiento cordial, agradable y acogedor... Este contacto personal, libre, humano y espiritual, es en los tiem­ pos actuales —tiempos de tanta angustia y desorientación— una tarea fundamental y hasta prioritaria del sacerdote. A su vez, nuestras parro­ quias y capellanías tendrían que ser —de nuevo— lugares privilegiados de consulta en los grandes problemas de la vida. En muchas parroquias y demás centros de pastoral se hacen tantos trabajos, incluso bien organizados, y sin embargo las personas se sienten insatisfechas, bus­ can y desean algo más a nivel personal: se quejan de que nunca es posible tener una larga y amigable conversación con los sacerdotes para confiarles, a nivel profundo y vital, sus tristezas, inquietudes y proyectos vocacionales; sus pecados y sus fracasos; las preocupaciones de matrimonios por sus hijos o de los esposos entre sí. Llegan tiempos en los que esta «conversatio spiritualis» a la que San Ignacio de Lo- yola daba tanta importancia, va a ser más necesaria que nunca: novios que se encuentran sin fe en vísperas del matrimonio, jóvenes que no se han confesado desde la primera comunión, matrimonios rotos o en peligro, dificultades de acceso por parte de capellanes a los jóvenes (y viceversa): ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Con qué temas? ¿Claramente evan­ gélicos? o ¿partiendo de unos temas culturales y formativos? Por ejemplo, los capellanes de hospitales —dada la secularización y plura­ lismo existentes dentro de la casa—, ¿cómo pueden acertar en el acceso a cada enfermo? En todo caso hay que huir del anonimato y de la burocracia sin más: para eso no merece la pena ser sacerdote. Es más, mucho más, lo que espera Cristo y la comunidad en la misión humanamente solidaria y evangélicamente trasparente del sacerdote en la Iglesia y en el mundo de hoy, de hoy y de siempre. El contacto personal, sobre todo con la juventud, es para ayudarles a ser ellos mismos, a madurar su proyecto de vida, ofreciéndoles —eso sí— los valores humanos y evangélicos a su libre y responsable elec- 23. «Nevertheless intrinsecally necessary celebrations of the Lord’s day» (Ib.).

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