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468 JOSE LUIS LARRABE 2.10. A través de la celebración de la misa : sin ella la gente corre el peligro de no saber hasta el sentido de la vida misma. ¿Para qué vivimos? No se podrá dar respuesta adecuada a esta pregunta, funda­ mental, si no se oye a Cristo en la misa: tomad, esto es mi cuerpo [ro to ] y entregado por vosotros; esta es mi sangre [y mi vida] va­ ciada por vosotros; haced esto en memoria de mí. A misa se va para dar sentido a la vida, para ser mejores, para no ser peores, para dar respuesta a los problemas fundamentales de la vida, para escuchar la Palabra de Dios que se dirige a mí, para dar gracias a Dios por tantos motivos, para estar un rato con Dios, para encontrarnos con otros creyentes y formar la comunidad, para que luego, en la vida, «adoremos a Dios en espíritu y en verdad», para lograr la libertad de los hijos de Dios, para revisar a fondo y en sinceridad —delante de Dios y de la comunidad— nuestras vidas, no tan santas como a un modo de ser y de ver superficial le pudiera parecer...; a misa se va para aprender a hacer el bien, para hacer un alto en el camino, para elegir bien, definitivamente el propio destino, para hallar coherencia entre lo espiritual y la tentación materialista de la vida, para tener espacios de reflexión y silencio, para vencer nues­ tra superficialidad ya que la misa ha de ser —si se celebra bien— escuela de profundidad del ser, allí donde el mundo no se pregunta más que por el ten er21. Junto a las palabras fundacionales de Jesús ( Haced esto en memoria de mí), la comunidad presente y sus problemas han de ser la base del lenguaje y pedagogía que el sacerdote ha de utilizar en la homilía y otros elementos celebratorios: acto penitencial, preces de los fieles, la paz, etc. Tiene aquí el sacerdote una misión privilegiada de animar, dirigir, guiar, inspirar, criticar (con corrección fraterna), estimular, amonestar y confortar con el evangelio en la mano, ojalá también en el corazón, ya que lo que importa en el sacerdote para la comu­ nidad es el testimonio de vida: «las celebraciones litúrgicas, dice Schillebeeckx, son más y más las oportunidades obvias, elementos pri­ vilegiados en la formación de grupos y comunidades cristianas» 22; y añade a renglón seguido, en la misma página: «sin embargo [a pesar 21. José-Luis L a r r a b e , ¿Para qué ir a misa? (Si no me dice nada), Madrid 1980; cf. Id., L os jóvenes y la misa, Madrid 1981. 22. «Liturgical celebrations are more the obvious kairoi, privileged elements in the forming groups and communities» (a. c., 81).

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