PS_NyG_1981v028n003p0449_04700410

466 JOSE LUIS LARRABE y más por el bien de la Iglesia como tal, más que el bien individual, el de la propia congregación religiosa o recortando el horizonte eclesial a la propia Iglesia local... Hablando de diversas funciones hay una pregunta que es claramente antievangélica: ¿Quién es más importante que quién en la Iglesia? La persona más agradable a Dios es la que más fe, esperanza y amor tiene. Esto supuesto, hay que decir clara­ mente, respetuosamente, que el mayor peligro para los que ejercen los diversos ministerios en la Iglesia está en la ambición del poder, en la apetencia del dinero (aunque en la espiritualidad anterior apenas se hacía referencia más que a las tentaciones de la sexualidad. La pureza: ésta, muy importante por cierto y más en el mundo actual, habría que entenderla en un sentido global y totalizante, abarcador de la pureza en el poder y en el dinero...). 2.7. ¿Sacerdote válido para todo servicio o especializado? La ana­ logía suele venir frecuentemente a la mente y a la pluma: ¿medicina general o especializada? Algunos piensan y escriben que el modelo de sacerdote útil para todo servicio está «fuera de fecha», es decir, que no sirve, hay que ir a la especialización. Sin entrar en polémicas, ya que siguiendo la analogía anterior, ambos modelos de médico son necesarios (la medicina general y la especialización), lo que sí es cierto y urgente es la necesidad de la formación permanente : y es que la agenda de problemas de la comu­ nidad cristiana puesta en un mundo tan pluralista y cambiante, nece­ sita de un «aggiornamento» constante y permanente: matrimonio y justicia en el mundo, honestidad de la vida pública y política (no sólo privada), riqueza y pobreza en desigualdades cada vez crecientes como se ha anunciado para la década del 80 desde estudios económicos cien­ tíficos, el estudio de la Palabra de Dios que ha de proclamarse en situa­ ciones tan distintas y hasta dispares, la formación de la juventud para los nuevos tiempos y su acceso al trabajo, etc., son problemas que requieren estudio constante por parte del sacerdote y la comunidad cristiana. Sin esta competencia es imposible hacer debidamente un profetis- mo dinámico y práctico a la luz del Evangelio, un profetismo liberador al que se oponen determinadas estructuras sociales, económicas, ojalá que no algunas de las estructuras eclesiales. Por otra parte, también el profetismo tiene que ser trasparente al Evangelio y a la corrección fraterna, ya que puede caer él mismo en la tentación de usar medios que no son puramente evangélicos.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz