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NATURALEZA Y GRACIA DEL MINISTERIO SACERDOTAL 465 de todos los hombres entre sí, sobre todo a favor de los humildes y necesitados, de los hambrientos y de los parados, de los huérfanos y de las viudas, de los deficientes y de la tercera edad. Y abrir todos estos horizontes a la juventud como problemas reales y vitales que existen en el mundo; y que la solidaridad es la única actitud humana y evangélicamente hablando. 2.4. Oración y contemplación : el sacerdote que no ora está per­ dido; lo mismo ha de decirse, a su nivel, de toda otra persona de toda edad y condición (léase vocación: hemos quedado en que toda vida es una vocación de Dios). El libro del Apocalipsis, último de la Biblia pero primero en la intención, nos dice que «ésta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él, Dios —con ellos—, será su Dios» (21, 3). Efectivamente, la con­ templación de Dios va tomando morada entre los hombres, no sólo entre los explícitamente cristianos; y en hombres y mujeres, sobre todo jóvenes, de toda clase y condición. Enseñar a orar, como Cristo enseñó a los discípulos, es tarea prioritaria de la Iglesia. 2.5. La fraternidad humana : el sacerdote es hombre de la fra­ ternidad humana: en efecto, «tomado de entre los hombres es puesto en favor de los hombres» (Heb 5, 1), eso sí para dar una dirección al hombre y al mundo (visión englobante y cósmica) hacia Dios (Heb 5, 1). La fraternidad humana y eclesial tiene que prevalecer. Hacen falta hoy personas vocacionadas y decididamente volcadas hacia esta fraternidad, no sólo eclesial sino de toda la gran familia humana. Al­ guien ha escrito recientemente (ironizando contra los que defienden la igualdad absoluta): «todos somos iguales, pero unos más iguales que otros». Evangélicamente hablando se puede dar vuelta a esta frase diciendo que «todos somos iguales, excepto los pobres que deben ser más iguales; es decir, los preferidos»: al menos así fueron en la mente y conducta de Jesús, en su ejemplo y en su doctrina. Así debe ser también entre sus seguidores. 2.6. Todos responsables en la Iglesia, no sólo los sacerdotes : no es el mejor el sacerdote que lo hace todo aun suponiendo que lo hiciera bien, sino el que promueve y coordina los carismas (múl­ tiples también en la Iglesia actual) de los demás miembros de la Igle­ sia. Reconocer gustosamente y aceptar cordialmente la existencia de las demás funciones y carismas; eso sí, todos ellos tienen que mirar más 6

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