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464 JOSE LUIS LARRABE evangélica de que la vocación sacerdotal es obra del Espíritu en origen y en fin; también en todo el trayecto del ejercicio. Hemos dicho que es problema importante y decisivo; la razón está en que frecuentemente, muy fácilmente se da aquí un círculo vicioso dada la interacción entre comunidad y sus sacerdotes: por una parte, ¿cómo pueden crecer y consolidarse con vida pujante las comu­ nidades sin el ministerio sacerdotal? Aunque también es verdad que las comunidades no tienen que ser clericales, sino dar cabida, gusto­ samente, a los demás carismas y ministerios. Por otra parte, ¿cómo pueden surgir, y de dónde, las vocaciones sacerdotales sin una vida cristiana y pujante en nuestras comunidades eclesiales, pequeñas y grandes? Son éstas el ámbito normal para que, aun en medio de un mundo secularizado y pluralista, haya gentes que se pregunten leal­ mente por Dios y sobre la posibilidad de dedicarle toda una vida, la única, dentro de esta vocación concreta. Esta concreción tiene que llegar hasta el punto de plantearse las cualidades específicas requeridas para los diversos ambientes y edades: no es lo mismo ser catequista de niños, educador de jóvenes, en la plenitud del proyecto vital o ayudar a bien morir a los ancianos. 2.2. Asumir la causa de J e sú s : asumirla enteramente y hasta sus últimas consecuencias; preguntarse una y otra vez, como único punto de referencia, quién fue y quién es para mí Jesús, ese ser histórico que vive. Esta es la opción fundamental de toda comunidad (si no, no sería cristiana) y de todo fiel dentro de ella. Si toda vida es voca­ ción, máxime la de los creyentes que forman Iglesia, dentro de ella y llegados a este punto, es imprescindible preguntarse y plantearse la causa de estos seguidores específicos que son los sacerdotes, que optan por dedicar toda su vida al servicio de la Iglesia con esta vocación concreta (en medio de otras vocaciones, carismas y ministerios: tratan­ do de promoverlos y coordinarlos). 2.3. ¿Dónde hay que poner el acento h o y? Es la vida cristiana la que hay que vivir y presentar al mundo de hoy, por cierto, sin rebajas, tan radicalmente como es posible. Comenzar por la evangeli- zación con las preguntas sobre la fe: ¿Es posible vivir la fe hoy? ¿Es posible trasmitirla? ¿Cómo? El acento hay que ponerlo, lo mismo a nivel individual que comunitario, en «buscar primero el Reino de Dios y su justicia» (Mt 6, 33), en poner en alto y en claro el poder del amor de Dios que se expresa en justicia, en el amor y la solidaridad

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