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460 JOSE LUIS LARRABE gracia de la ordenación viene desde arriba, desde Dios; por otra, la eclesiológica, que las comunidades eclesiales, pequeñas o grandes, ora ban al Señor de la mies para que no faltaran vocaciones, fomentaban el ambiente apto para que éstas se dieran desde la entraña misma de dichas comunidades, animaban y promovían a los que daban signos de dicha vocación, la examinaban y comprobaban comunitariamente y ora ban en la ordenación para que el Espíritu de Dios descendiera sobre el candidato. 1.6. El sacerdocio, ni carisma único ni solitario en la Iglesia: an tes bien, desde el principio hubo otros carismas y ministerios, orde nados todos ellos al fin único de la edificación de la Iglesia; los hubo de todas clases: desde los enseñantes y lectores hasta los enfermeros cristianos: éstos no necesitaban ordenación litúrgica; por el bautismo eran miembros y participantes del Espíritu del pueblo de Dios. Se llamaban «doctores» a los que ejercían un liderazgo en los catecume- nados. Y podían, claro está, ser sacerdotes o seglares 13. Algunos pen saban que el único ministerio era el del Obispo; los demás lo serían sólo por participación del Obispo. Pero no es eso lo que se lee en las primeras fuentes, sino una colegialidad de ministerios, eso sí, en comunión de fe y caridad con el obispo. 1.7. Digna sustentación del sacerdotey sí; acumulación de rique zas, no: contra ésta, es decir, contra la avaricia y acumulación de rique zas por parte del sacerdote, son muchos los documentos patrísticos según los cuales la comunidad hacía penitencia porque sus presbíteros habían ido por ese camino 14. De la digna sustentación del sacerdote las comunidades cristianas, en general, se sentían responsables; y no sólo los testimonios patrísticos, también los de los Concilios se ocu paron en todo tiempo; así el I I I y IV de Letrán, años 1179 y 1215, respectivamente, quieren garantizar el «modus vivendi» del sacerdote, entendiendo por tal «lo necesario para la vida»: «necessaria vitae per- cipiat» 15. Pero también este aspecto, vital, es visto en relación con las comunidades a las que sirve el sacerdote y, subsidiariamente, en la koinonía (comunicación cristiana de bienes) de la Iglesia universal. 13. Tradición de S. Hipólito, 16 y 20. 14. José-Luis L arrabe , ¿Cómo hacían penitencia las primeras comunidades cristianas?, en Studium Legionense 17 (1976) 67-149. 15. Cf. M a n si , Conc. XX II, 220.
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