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LA PRIORIDAD CONYUGAL EN LA FAMILIA. 433 esposa nunca aparece sometida al esposo de este modo tan absoluto. En un versículo solamente aparece una comparación explícita entre los hijos y la esposa: «Un hijo necio es la infelicidad de su padre; pero las querellas de la esposa son una gotera continua» (Prov 19, 13), suponiendo, por tanto, que la relación con la esposa es de mucha más importancia que la relación con los hijos, y evitando cuidadosamente las imprecaciones, p. e., de Prov 30, 17. Observamos, finalmente, que se repite en los Proverbios el concepto de unión conyugal desligada del concepto de lujuria que hallábamos en Tobid (8, 4. 7). Todo el capítulo 31 de Proverbios rezuma este con­ cepto, que al fin se expresa explícitamente en el versículo 30 como resumen del capítulo: «Falaz es la gracia y vana la hermosura; la mu­ jer que teme a Yahveh es la que será alabada...». Cierto que el texto de los Setenta añade el adjetivo «prudente» (syneté) a la mujer que teme al Señor. Pero para nuestro caso es lo mismo. La Escritura nos presenta aquí una unión conyugal al margen de la lujuria. Diríamos que habla de la unión conyugal en sí, en su misma esencia. 4. El Cantar de los Cantares tiene, en opinión de casi todos los comentaristas, un significado metafórico, mejor diríamos parabólico, con el que bajo la imagen de la vida conyugal describe las relaciones de amor de Dios con su pueblo elegido. Contiene también, por supuesto, un sentido típico mesiánico en el que se anuncia proféticamente el amor de Cristo a su Iglesia (cf. Ap 21, 2; 22, 17); y también un sentido tropológico del amor de Cristo con cada uno de los cristianos (cf. 2 Cor 11, 2). Pero todos estos sentidos suponen el sentido literal de la misma imagen simbólica, que en el caso del Cantar de los Cantares supera lo que sería la pura metáfora de los profetas o hasta de las parábolas evangélicas. Pensamos, pues, que el autor sagrado ha preten­ dido aquí también describir y elogiar la misma vida de unión conyugal de los esposos. Incluso pensamos que muchas comparaciones son puras metáforas tomadas de la vida campestre para significar delicadamente los actos de la vida matrimonial. Veamos un ejemplo: «Mi amado bajó a su vergel, a las eras de las balsameras, a pasto­ rear su ganado en los huertos y a coger lirios. Yo soy de mi amado y mi amado es mío: el que apacienta su ganado entre los lirios» (Cant 6, 1/2. 2/3). Si quisiéramos ponderar la comparación que supone entre la unión de los esposos y la de padres e hijos, señalaríamos los lugares en que a la esposa se la llama «hermana» (Cant 4, 8. 9. 12) y al esposo se le 4

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