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432 RICARDO MARIMON BATLLO En l o s l i b r o s d i d á c t i c o s 1. En el salmo 44 (45), 11, recordando el texto yahvístico de la creación de la mujer (Gen 2, 18-24), el salmista convence a la princesa (vers. 14) diciéndole: «Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna: prendado está el rey de tu belleza...» (vers. 11). Y finalmente le razona también: «A cambio de tus padres tendrás hijos, que nombrarás príncipes por toda la tierra» (vers. 17). El para­ lelo con el texto del Génesis es evidente, aunque aquí se refiere a la mujer, no al varón, y no se hace mención de que sean una misma carne; pero sí el que abandonen a los padres para unirse en matrimonio. 2. El salmo 127 (128), 3, nos ofrece también una imagen de la familia, bella y expresiva: «Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo». Aunque de esta imagen no puede concluirse nada para nuestra tesis. 3. En los Proverbios se hace un elogio de la vida conyugal autén­ tica: «Bebe el agua de tu propia cisterna, el agua fresca de tu propio pozo» (Prov 5, 15). Y también más adelante: «Una buena esposa es corona del marido; mas la desvergonzada es un cáncer de sus huesos» (Prov 12, 4). «Quien encuentra una esposa encuentra la felicidad y recibe un gran favor de Yahveh» (Prov 18, 22). «De los padres viene la herencia de casa y riqueza; de Yahveh viene la mujer prudente» (Prov 19, 14). «Una esposa perfecta ¿quién la encontrará? Está muy por encima del valor de las perlas. Confía en ella el corazón de su marido...» (Prov 31, 10-11). En todos estos textos campea con evi­ dencia la primacía de la unión conyugal en la familia. También en los Proverbios se habla en su lugar de las relaciones de padres e hijos: «Escucha, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la enseñanza de tu madre» (Prov 1, 8). «Guarda, hijo mío, el precepto de tu padre, y no desprecies la enseñanza de tu madre» (Prov 6, 20). El respeto de los hijos a sus padres es por igual. La unión conyugal de éstos, como en el decálogo, es la razón última del respeto que les deben los hijos. En los Proverbios se lanza una imprecación terrible contra los hijos, que en modo alguno se aplica a los esposos: «Ojo que se mofa del padre y desdeña la obediencia a la madre sáquenlo los cuervos del torrente, y devórenlo los aguiluchos» (Prov 30, 17). Los hijos apa­ recen en los Proverbios con un sometimiento total a los padres. La

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