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LA PRIORIDAD CONYUGAL EN LA FAMILIA. 429 esposos se separan, tampoco. La primacía de la unión de los esposos está, pues, en el fondo, en la base, de lo que es la familia en los relatos más primitivos de la Escritura. Y notemos también que todas estas afirmaciones de los primeros relatos del Génesis se refieren a la unión conyugal cuando aun ésta no se había consumado, cuando no se avergonzaban de estar desnudos. Se trata, pues, en realidad de una unión superior a la de los mismos padres con sus hijos, realizada en virtud de la misma unión conyugal antes de ser consumada. Descarte­ mos, pues, aquí, las posibles interpretaciones «biológicas» de las pala­ bras «una misma carne». Ciertamente sólo se refieren a la unión autén­ tica y misteriosa que se realiza en el matrimonio, tal como fue insti­ tuido por el Creador. Habla luego igualmente el Levítico de la unión familiar de abuelos, padres, hijos, hermanos y hermanas, como de una misma carne (Lv 18, 10. 12. 13. 16). Pero el texto del Génesis entraña una significación propia y singular de ser una misma carne los esposos, que evidente­ mente no puede atribuirse por igual a los hijos que se separarán de sus padres... El texto del Lv 18 ciertamente supone el de Gen 2, 24 e intenta explicar la relación familiar con términos análogos a los de éste. Pero en modo alguno intenta equiparar la unión de padres e hijos o hermanos con la de los esposos. De éstos no dice nada. 2. Después del diluvio, Dios bendice también a Noé y a sus hijos, diciéndoles igualmente: «Sed fecundos y multiplicaos (perú urbú) y llenad la tierra» (Gen 9, 1-7), lo cual es prácticamente la misma expre­ sión de Gen 1, 26-28. La unión conyugal quedaba, pues, reinstaurada como base primordial de la familia y de la sociedad humana. Con el uso del matrimonio va naciendo la descendencia de Adán y Eva (Gen 4, 1-2; 5, 1-32; 10, 1-32). Los hijos se van separando de sus padres y de sus hermanos y van poblando las distintas regiones de la tierra. Abraham y Lot se separan uno hacia la derecha y otro hacia la izquierda (Gen 13, 9). A Rebeca, cuando tenía en su vientre a Esaú y Jacob le dice Dios: «Dos pueblos hay en tu vientre, y dos naciones se separarán de tus entrañas» (Gen 25, 23). Los hechos que narra la Escritura son la realización de los designios de Dios para la humanidad por medio de la institución del matrimonio. 3. A Moisés Dios le da la ley que prohíbe el adulterio. «No adul­ terarás» {lo tinehap ), «No codiciarás la mujer de tu prójimo» {lo tah- mod heshet reheka) (Ex 20, 14. 17) en expresión de la tradición sacer­ dotal, y también «No cometerás adulterio» {velo tinehap ), «No codi-

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