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446 RICARDO MARIMON BATLLO «Quien se ayunta al Señor, se hace un espíritu con él» (1 Co 6, 17). Son, pues, precisamente los vírgenes quienes mejor alcanzan esta unión superior con el Esposo Cristo. E n l a s C a r t a s d e S an P edro 1. San Pedro recomienda muy encarecidamente a las mujeres que «estén sujetas a sus maridos» con un «comportamiento casto, lleno de respeto», ataviadas no con trenzas de cabellos, aderezos de oro y vesti­ dos elegantes, sino «con la incorrupción de un espíritu apacible y sose­ gado, que es de mucho precio a los ojos de Dios» (1 Pe 3, 1-4). A los hombres les recomienda también: «...Tratad a conciencia con la mujer, como con un ser más endeble, dándoles el debido honor, como a coherederas también de la gracia de la vida...» (1 Pe 3, 7). Es, pues, notable en esta carta el respeto mutuo con que se han de tratar los esposos, y la igualdad de derechos y dignidad cristiana de ambos. 2. También San Pedro defiende la unión conyugal y matrimonial criticando la lascivia y el adulterio (2 Pe 2, 2. 10). E n e l A p o c a l ip s is 1. Tiene el Apocalipsis un elogio muy grande de la virginidad. Las 144.000 vírgenes cantaban «un cantar nuevo en presencia del trono... y nadie podía aprender el cantar, sino los 144 millares, los rescatados de la tierra. Estos son los que no se han mancillado con mujeres, como vírgenes que son. Estos son los que siguen al Cordero donde­ quiera que va» (Ap 14, 3-4). Evidentemente estamos en el concepto de virginidad cristiana, como superior al matrimonio, tal como apa­ recía en los evangelios y en San Pablo. 2. También hace el Apocalipsis una crítica de la fornicación cuando habla de «la gran ramera... con la cual fornicaron los reyes de la tierra y se embriagaron los habitantes de la tierra con el vino de su forni­ cación...» (Ap 17, 1-3). 3. Y, finalmente, nos habla el Apocalipsis de la nueva Jerusalén del cielo a la que vio el apóstol «cómo descendía del cielo de cabe Dios preparada como desposada que se ha engalanado para su espo­ so»... (Ap 18, 21), y que ansia la nueva venida de él, llamándolo y diciéndole: «Ven» (Ap 22, 20). La metáfora de la unión conyugal la

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