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428 RICARDO MARIMON BATLLO En l o s l ib r o s h is t ó r ic o s d e l A ntiguo T e st a m e n t o 1. En los más antiguos relatos de la creación aparece ya el hombre en familia. La narración de la tradición sacerdotal del Génesis adscribe a Dios la creación del hombre con estas palabras: «Dijo Dios: creemos al hombre a nuestra imagen y semejanza... Dios creó al hombre a imagen de él mismo, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó. Y Dios los bendijo diciéndoles: sed fecundos, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla» (Gen 1,26-28). La tradición yahvístiva explica más expresamente la creación del hombre y de la mujer con estas pa­ labras: «Yahveh Dios modeló al hombre con el polvo de la tierra» (pues Adán viene de adamah ) (Gen 2, 8)... «Yahveh Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una compañera... Y así Dios Yahveh infundió al hombre un profundo sueño. Y cuando dormía le sacó una costilla y llenó el hueco con carne. Yahveh Dios con la costilla que había sacado del hombre hizo una mujer, y se la llevó al hombre. Este exclamó: Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta se llamará mujer, porque ha sido sacada del hombre (porque ishshah viene de ish). Y ésta es la razón por que el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una misma carne. Y estaban desnudos el hombre y su mujer, y no se aver­ gonzaban el uno del otro» (Gen 2, 18-24). En el primer relato se designa claramente al hombre y a la mujer con palabras directamente relacionadas con el sexo, zakar y neqebah, y se hace referencia explícita a la fecundidad: perú urbú, sed fecundos, multiplicaos, como función principal de la familia. Es así como ésta formará luego la sociedad humana que podrá «dominar» al mundo creado. En el segundo relato se habla del hombre y de la mujer con nom­ bres de menor connotación sexual, pero en un contexto que analiza profundamente la esencia de la unión conyugal. El hombre y la mujer son de la misma especie: «hueso de mis huesos y carne de mi carne» (Gen 2, 23). La unión será distinta de la que pudiera hacerse con los demás animales, que se excluyen, por tanto, de la unión familiar. El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, hacién­ dose una misma carne con ella. Notemos bien lo que todo esto signifi­ ca. La unión del hombre y la mujer es superior a la de los padres con sus propios hijos. Los hijos y los padres se separarán; los esposos, no. Si los hijos no se separan de sus padres, no habrá familia; si los

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