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LA PRIORIDAD CONYUGAL EN LA FAMILIA. 445 ción exegéticamente es exacta, ateniéndonos a las expresiones del após­ tol, con las que contrapone lo que dice el Señor (1 Co 7, 10) y lo que dice él mismo (1 Cor 7, 12), las cuales lógicamente exigen un contenido diverso y contrapuesto, no idéntico ni análogo. Reconocemos el peso de la objeción y no vamos a darla por resuelta. Pero pensamos que disminuye el inconveniente, si tenemos en cuenta lo que ya hemos advertido, a saber, que para el cristianismo, según San Pablo, la unión conyugal se reviste de elementos sobrenaturales cristológicos que sobre­ pujan en mucho la realidad de aquella unión humana realizada por Dios al crear al hombre. Derecho tienen, pues, los cristianos a vivir en una unión conyugal que no les impida aquella unión superior con Cristo. Es, pues, lógico que cuando aquella unión se convierte en un impe­ dimento de ésta última, el apóstol con su autoridad propia, autorice la disolución de aquélla. Y notemos que Pablo no disolvió los matri­ monios cristianos, sino los contraídos antes de haber recibido la fe. 5. Consignamos, finalmente, las recomendaciones de castidad que da el apóstol a todos, a los casados (1 Co 7, 29; 1 Tes 4, 4-7; Tit 2, 5; Heb 13, 4), a los viudos y viudas (1 Co 7, 40; 1 Tim 5, 6) y a los solteros y solteras (Gal 5, 19; Ef 5, 3-5; 1 Tes 4, 3). Evidente­ mente su doctrina sobre la virginidad es bien conocida por 1 Co 7, 25-38; «Y digo a los solteros y a las viudas: bien les está si se quedan lo mismo que yo» (1 Cor 7, 8. V. 7, 40); «acerca de las vírgenes no tengo precepto del Señor; pero doy consejo como quien misericordio­ samente ha alcanzado del Señor el ser fiel. Entiendo, pues..., que es bueno al hombre estarse así. ¿Estás ligado a una mujer? No busques ser desligado. ¿Estás desligado de mujer? No busques mujer» (1 Co 7, 25-27); «el que casa a su hija hace bien, y el que no la casa hará mejor» (1 Co 7, 38). Dirían algunos que este pasaje no es un elogio de la unión con­ yugal, sino que incluso llega a despreciarla. No es así. El apóstol no habla de la unión conyugal y de la virginidad puramente humanas, sino del matrimonio y de la virginidad cristianas. En aquel orden es superior la unión conyugal. En el del Espíritu la virginidad es superior. «El soltero se preocupa por las cosas del Señor: cómo agradará al Señor-•• También la mujer soltera y la virgen se preocupa por las cosas del Señor: cómo ser santa en el cuerpo y en el espíritu»... (1 Co 7, 32- 34). Es precisamente a la virginidad a quien se refiere el apóstol en último término cuando afirma: «Os desposé con un solo varón para presentaros como casta virgen a Cristo» (2 Co 11, 2), y también:

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